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-54- festación de su voluntad de conformarse a Cristo crucificado: "No hay duda que quiso ser en todo conforme a Cristo crucificado, el cual pendió de la cruz en suprema pobreza, dolor y desnudez. Eso es lo que le movió a quedarse desnudo ante el Obispo, al principio de su conversión, y a salir des– nudo de este mundo al consumar su vi– da". Y antes de expirar quiso bendecir a sus hermanos "en el poder y en el nom– bre del Crucificado" (93). La incesante consideración de la cruz de Cristo hacía que los ojos de Francis– co fuesen frecuentemente fuentes de lá– grimas. Buenaventura pondera muchas veces en él ese don de lágrimas, gracia que "se extrae del corazón de Jesús" (94). Y atribuye exclusivamente a esta causa la enfermedad de los ojos que tanto hizo sufrir al Poverello en los últimos años. Fue una inmolación expresamente acep– tada, ya que "prefería perder la luz de los ojos corporales antes que impedir, re– primiendo la devoción del espíritu, las lá– grimas por las que se purifica el ojo in– terior disponiéndolo para ver a Dios". Y pone en labios de Francisco esta respues– ta al médico, que le recomendaba abste– nerse de llorar si quería evitar la pérdida de la vista: -"Hermano médico: no hay por qué poner el menor obstáculo a la visitación de la luz eterna por amor de esta luz que tenemos de común con las moscas, por– que el beneficio de la luz no lo ha reci– bido el hombre por razón de la carne, si– no por razón del espíritu" (95). El estigmatizado La vida de san Francisco se resume, pa– ra Buenaventura, en una expresión: Ima– gen de Cristo crucificado (96). Por eso el 93) LM, XIV, 4, 5. 94) Vitis mystica, XXIV, 3, Opera omnia, VIII, 18~ _ 95) LM, V, 8. Cfr. Sermón V de s. Francisco, Opera omnia, IX, 593; Sermón I de s. Ma– ría Ikfa.gdalena, IX, 557; Sermón V de ss. Angelis, IX, 626. Bucn:xventnra es el único en dar esa interw pretación a la enfermedad de los ojos, men– cion'lda también por las demás fuentc5 biográficas. Clínicamente pancce que fue una forma de conjuntivitis llamad~ traco- hecho de la estigmatización, al que dedi– ca todo el capítulo XIII, es la culmina– ción de esa semejanza con el Salvador crucificado. Dicho capítulo se concluye con un bello apóstrofe del biógrafo al perfecto imitador de Cristo que ha llega– do a la meta. Y trae a la memoria las sie– te apariciones de la cruz de Cristo, que han sido como otros tantos jalones en esa marcha ascendente: 1) la visión primera del palacio lleno de armas marcadas con la cruz; 2) al principio de su conversión, la vi– sión del crucificado que siguió al venci– miento con el leproso y quedó fuertemen– te impresa en su alma; 3) la del crucifijo de San Damián, dán– dole la orden de reparar la iglesia; 4) adelantada ya la vida de seguimien– to de Cristo, la que tuvo fray Pacífico, que vio dos espadas resplandecientes, en for– ma de cruz, sobre la persona de Francis– co; 5) la de fray Monaldo, mientras el ser– món de san Antonio, al capítulo, sobre el rótulo de la cruz; 6) finalmente, ya al término de la vida, la del serafín que hizo de él imagen viva y exacta del crucificado en el monte Al– vernia (97). La estigmatización fue, ante todo, una transformación en Cristo Crucificado (98), la señal externa de la transformación mís– tica interior. En Francisco se había rea– lizado la experiencia de san Pablo, de sen– tirse clavado con Cristo en la cruz. Una transformación que tiene como efecto un nuevo enardecimiento del amor en acción, ese amor que quiere hacer conocer el amado y que renueva en él la inquietud por volver a los primeros fervores del se– guimiento de Cristo (99). ma, que Francisco habría contraído en su viaje a Oriente. Cfr. OCTAVIANUS A RIE– DEN, De infirmitatibus s. Francisci Assi– siensis inde a iuventute usq;,w ad stigma– tum susceptionem. En Miscellanea Melchor de Pobladura, I (Roma 1964) 99 - 129. 96) LM, Prol. 2. 97) LM, XIII, 10. La misma síntesis de la vida de Francisco en el apéndice De miraculi,, I l. 98) Serm.ón II de s. Francisco, Opera omnia, IX, 580. 99) LM, XIV, l.

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