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-52- dicación el testimonio de la vida evangé– lica y la sinceridad del mensaje del Pove– rello, atribuye tal vez la causa principal al don de milagros y al de profecía. Fran– cisco es un instrumento del poder supre– mo de Dios. "Le asistía siempre, en todos los pasos que daba, el Espíritu del Señor que lo ha– bía ungido y enviado, y el mismo Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con tal ayuda, sus palabras abundaban en doctrina sa– na y resplandecía en él, el gran poder de los milagros" (75). Los milagros son la corroboración divi– na de la doctrina y de la obra de Fran– cisco. Por eso la Legenda junta ambas cosas en un mismo capítulo: La eficacia de la predicación. Ese don taumatúrgico, fuera de serie, da la explicación total de la existencia de Francisco: "Puesto que el heraldo de Cristo brilla– ba con estos y otros muchos prodigios milagrosos -termina diciendo Buena– ventura- al predicar, la gente le escu– chaba como si el que hablaba fuera un ángel del Señor (76). Hay una velada intención apologética del ideal de perfección evangélica de la Orden, y aun en la misma institución, en el cuidado que tiene el biógrafo de no omi– tir ni uno solo de los hechos milagrosos referidos por Celano, añadiendo, además todos los que él ha podido recoger de boca de "los compañeros del santo que aún vivían" cuando él escribía (77). En efecto suman al menos quince los mila– gros que conocemos sólo por Buenaven– tura (78). Al don de milagros iba unido el don de profecía. Buenaventura le da el mismt~ sentido apologético. Es el tema de casi todo el capítulo XI. Pero da, además a este carisma un contenido de manifesta– ción mística, en relación con la expresión de Celano, que no deja de poner de relie– ve: Francisco parecía "un hombre del si– glo venidero" (79). 75) LM, XII, 7; cfr. XII, 6., 76) LM, XII, 12. 77) LM, Prol. 4. 78) Cfr. LM, II, 6; IV, 8; V, 12; VII, 11; IX, 8; XII, 5, 6, 7, 9, 10, 11; XIII, 7. 79) LM, IV, 5. "Se diría que se había aproximado a la contemplación del espejo de la luz eter– na, a cuyo resplandor admirable la visión de su mente veía las cosas corporalmen– te ausentes como si estuvieran presen– tes... Ello demuestra en qué grado se ha– llaba presente y abierto a la luz de la sa– biduría eterna, que supera en movilidad todo movimiento y todo lo atraviesa y pe– netra en virtud de su pureza, en todas las edades entra en las almas santas y for– ma de entre ellas amigos de Dios y pro– fetas (Sab. 7, 24 y 27). Porque el Doctor excelso acostumbra descubrir su misterio a los sencillos y pequeñuelos, como lo hi– zo primero con David, el más grande de los profe.tas, y después con Pedro, el prín– cipe de los Apóstoles, y finalmente con Francisco, el pobrecillo de Cristo" (80). 5. C O P I A V I V A D E C R I S 'I' O CRUCIFICADO Llegamos al aspecto más personal de la perspectiva teológica en que Buenaventu– ra ve al Poverello. No se contenta con ha– cer de él un seguidor de Cristo, un enamo– rado de Cristo, como se lo ofrecían las fuentes biográficas conocidas y utilizadas. Le interesa más poner de manifiesto la conformidad de Francisco con Cristo. En la doctrina del doctor seráfico, Cristo es "espejo y ejemplar de toda santidad y sa– biduría, como Verbo encarnado" (81). Pe• ro en ninguna etapa de la vida de Cristo se realiza esa exemplaritas como en su inmolación en la cruz: "Cristo, en la cruz, es ejemplar de vir– tud perfecta, ya que allí su abyección al– canza el grado supremo. Por lo tanto, uno será tanto más perfecto cuanto más se aproxima a la cruz" (82). La conformidad con Cristo constituye el designio central de Dios sobre cada hombre. En Francisco este plan divino se hace elección de privilegio: "San Francis– co fue creado a semejanza de la humani- 80) LM, XI, 14. 81) Apología pauperum, II, 12, Opera omnia, VIII, 242. 82) De perfectione evang., q. 1, n. 21, Opera om– nia, V, 119. Cfr. F. BERNARELLO, Gesú Cristo nella spiritualitd bonaventuriana. Ro• ma 1966.
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