BCCCAP00000000000000000001651

ARTICULOS bien las dos tendencias que se manifiestan ya en la primera generación franciscana, y que marcarán la evolución de la Orden a lo largo de los siglos: la vida pobre y libre de los eremito– rios, y la más cómoda e instalada de los con– ventos. La ampliación llevada a cabo por los capuchi– nos, apenas llegados a Le Celle (c. 1530), res– pondía a esa necesidad de asegurar el desarro– llo de la institución, que san Buenaventura defen– diera con tan sólidas razones; pero se hizo de acuerdo en un todo con el espíritu y el criterio de pobreza y austeridad de la primitiva construc– ción : 19 celdas casi tan diminutas como las pri– meras, y con ventanas que más bien parecen tro– neras. Aquí funcionó ininterrumpidamente, mien– tras permanecieron allí los capuchinos, y hasta el día de hoy, el noviciado de la provincia de Tos– cana. El recinto más venerable de Le Celle es, sin duda, el "Oratorio de los Estigmas", con la ad– junta " celletta" de san Francisco; ambos am– bientes se han ,conservado casi intactos, gracias a que fray Elías levantó sobre ellos la modesta, pero sólida, construcción a la que nos referimos anteriormente. Tienen el aspecto de un refugio en la montaña o una cabaña de pastores, más bien que de una morada fija, el tipo de construcción adecuada pa– ra una comunidad transhumante, de "peregrinos y extranjeros en este mundo", condición tan pro– pia del hermano menor que san Francisco -la pon– dera como una de sus virtudes características en fray Lúcido, el cual no quería permanecer más de un mes en un mismo lugar, porque apenas comenzaba a aficionarse a él, lo abandonaba, di– ciendo: "No tenemos aquí morada fija" (EP 86). Este oratorio, cuyas dimensiones son de 7 x 3 metros, sirvió como dormitorio a los hermanos de la primera generación franciscana que resi– dieron allí de una manera más o menos estable, y a los que estaban de paso. Y luego, durante cuatro siglos, como lugar de encuentro y oración para incontables generaciones de novicios capu– chinos. Por lo demás, y de acuerdo a fas informacio– nes de Wadingo, que se inspira en la "Leyenda de fray Guido", ya el mismo Francisco recibía 116 en la contigua y mínima dependencia (1,84 x 2,5), que .fue su propia celda, a los hermanos que se Iniciaban en la vida de la fraternidad ("curam a se initlatorum agebat ipse sanctus pater Francis– cus"), "tanto en lo que se refería a la vida de pie– dad de los mismos, como a su manutención; y aun, con frecuencia, en compañía de algunos de ellos, salía a limosnear y predicar al pueblo" (Wadingo. o. c., 119, X, p. 121). La pared exterior del oratorio se afirma en la roca viva sobre la barranca por la que discurre el arroyo; la luz penetra tamizada por los basti– dores de estraza que cubren las ventanas, si así pueden llamarse, mientras que la otra pared la– teral se confunde de hecho con la roca. Una minúscula puertecilla, a la derecha del al– tar, en la pared frontera , da acceso a la celda de san Francisco, de forma casi cuadrangular; una concavidad en la roca le servía de ,lecho al santo. Por todo adorno, penden en las paredes de es– ta celda una enorme clepsidra del siglo XVI , mar– cando un tiempo que no ha pasado para estos lugares, y la copia de una madonna bizantina con el niño, cuyo original, el más preciado tesoro ar– tístico de Le Celle, fue robado el 18 de enero de 1972 por unos "hermanos" ladrones. Según un cronista capuchino del siglo XVII, el P. Pilippo Bernardi da Firenze, " en esta venerable capillita sucede un constante milagro, porque se siente muchas veces, y aun de continuo, una suavísima fragancia, que hace olvidar todos los perfumes naturales, especialmente en algunas so– lemnidades, de lo cual son testigos t odos nues– tros religiosos, así como los seglares que visitan el lugar" {Citado por B. Frescuchi, en Le Celle di Cortona, p. 97. Cortona, 1977). Nosotros no fuimos tan afortunados. Pero de lo que sí damos fe es de que, en estos sagrados lugares, uno se siente de pronto como penetrado en un ámbito de gracia y frescura originales; y ciertamente flota en el ambiente algo como un suave aroma comparable al de las violetas que florecen aquí generosamente al pie de los casta– ños y los encinos, y de la flor de la retama, que derrama su amarillo reciente, al culminar la pri– mavera, con no menor prodigalidad, por las lade– ras de las colinas de la Umbría y Toscana. Y esto también es un milagro .

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz