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El camino actual, única vía de acceso al eremi– torio, es otro, y se interna más arriba en el bos– que, entre ·encinos y castaños. Por los recuestos de la ladera, al borde del camino, se ven descol– garse aquí y allá claros hilillos de agua; entre la maleza, las fresas silvestres ofrecen su sabrosa pulpa al pasajero; a lo lejos, por entre la enrra– mada, se ve amarillear la flor de ·la retama. Al final del camino, se accede a la iglesia del eremitorio por el puente Granducal. Hay tres puen– tes más que cruzan el modesto, pero tumultuoso río Loreto, que desciende en cascadas desde el monte San Egidio hacia el Val de Chiana. La barranca, cuyo lecho es de roca firme, hoy llamada "fosso dei cappuccini", horadada por las aguas a lo largo de siglos, es abrupta y profunda. Y no le debió resultar fácil a fray Guido tender sobre ella el rústico puente, que algún día arras– traría la correntada, por el que diariamente se trasladaba a las ermitas para rezar las horas ca– nónicas con sus hermanos. "Como practicara fray Guido abstinencia y oración continuas, para mejor meditar en las -cosas divinas, pidió autori– zación a san Francisco para edificar una cabaña del otro lado del río. Obtenido el permiso, cons– truyó un sencillo puente de madera sobre el río que recorre el lugar, y una pequeña celda al am– paro de una roca; en los tiempos oportunos, pa– saba a recitar el oficio divino con los demás her– manos" (leyenda vulgar). Fray Guido tenía vocación de eremita, y por eso obtuvo de san Francisco la venia para vivir solo, pero "con la condición" (Wadingo) de que se vin– culara diariamente a la fraternidad en la oración común; lo cual estaba muy en consonancia con la propia concepción y práctica de Francisco, de la vida eremítica, como se advierte por la "Regla para los eremitorios". Y así es que fray Guido tendió un puente entre su propio carisma de vida solitaria y la comunidad de los hermanos. Tam– poco se limitó, sin duda bajo la guía de Francisco, a la actividad contemplativa, ya que trabajaba con sus propias manos, y salía con frecuencia a cues– tar y predicar al pueblo (con el tiempo, y porque era letrado, recibió el orden sagrado), para volver luego ·a su chamizo bajo la roca. Bien podría ser el beato Guido de Cortona el patrono de los hermanos con vocación eremítica, y de los que "viven solos" y no han roto los puentes ... Le Celle, en su estructura actual, es un con– junto arracimado de construcciones que se han ido agregando a lo largo de los siglos; y todo tie– ne el aire austero y sobrio, y aun el color y sa– bor, de los demás eremitorios, y de nuestros más antiguos y venerables conventos francisca– nos de Italia y España. ARTICULOS Un sector se destaca, sin embargo, netamente del conjunto: es la muy simple construcción que fray Elías hizo levantar en el año 1233, seis después de la muerte de Francisco, sobre el nú– cleo primitivo, con diez minúsculas celditas y otras dependencias, si cabe llamarlas así, a las que luego nos referiremos. Esto es lo que Salimbene llama el "quinto pe– cado de fray Elías": "que se negó a visitar perso– nalmente las casas de la Orden, y permanecía siempre en Asís, o en cierto convento (locus) que se hizo construir en la diócesis de Arezzo, bellísimo y deleitoso, llamado hasta el día de hoy Celle de Cortona"; y en el que, para peor, "¡se había hecho construir una celda con dos venta– nas!" (Salimbene: Crónica, en Fonti Francesca– ne, 26, 2616). El lugar es ciertamente ameno y deleitoso, y al mismo Francisco "le agradó sobremanera" (Wa– dingo). El convento está situado en la ladera de la montaña, acostado sobre la roca viva, y aun adherido a ella, sobre el socavón del río, que por la noche resuena penetrando por las minúsculas ventanas con fragor de marejada, pero no alcanza a ahogar el canto de los ruiseñores, insomnes habitantes de la noche, !!amándose unos a otros entre la enrramada. Salimbene, quisquilloso, aunque eficaz cronis– ta, no podía ver con simpatía este lugar, porque de alguna manera éstos eran los dominios de fray Elías, el cual era para él el diablo. La propia celda <le fray Elías, que era esquine– ra, y por eso, sin duda, o porque así lo exigía la simetría, tiene dos ventanas, también es auste– rísima, y tan exigua que apenas deja lugar para dos personas, como las otras nueve que habita, ron los compañeros de Francisco, y entre ellos fray Guido, cuando una correntada arrastró su cabaña de chamiza junto al río; así como también san Antonio y tantos otros santos hermanos de las primeras generaciones capuchinas, como san Lorenzo de Brindis, que allí fue elegido Pro– vincial de Toscana en 1559. En lo que sí "se pasó" fray Elías, sin hablar del gran convento y basílica de Asís, fue en la construcción de -la iglesia y convento de san Francisco de Cortona, que, si no se pueden com– parar con aquéllos, constituyen también una nota– ble fábrica; todo, como hemos dicho, llevado. a cabo antes de su muerte, y ya arrepentido y ab– suelto de los "trece" pecados o culpas que le atribuye Salirnbene, el cual concluye su despia– dada ejecutoria contra fray Elías con este des– plante: "Si se arrepintió y fue absuelto, ni se enteró ... Allá él". El eremitorio de Le Celle y el convento e igle– sia de san Francisco de Cortona tipifican muy 115

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