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Francisco no pretende una cruzada contra las estructuras, su objeto es la conversión de cada persona: sólo personas nuevas pueden hacer un mundo nuevo; sólo las personas llenas dé gracia y verdad pueden infundirlas en las so– ciedades en que viven. "Toda la dramática his– toria de la Orden de menores en los siglos XIII y XIV revela la rápida extinción del con– tenido original del Evangelio franciscano: re– vela la ineptitud del mundo religioso medie– val, del cual forma parte el franciscanismo ri– gorista, para comprender y continuar el motivo esencial de la experiencia del Seráfico" . Este peligro de incomprensión está presente también en nuestro tiempo, cuando pretende– mos revalorizar los característicos valores fran– ciscanos, prescindiendo del espíritu evangélico dentro del cual han florecido y sin el cual no pueden sobrevivir. e) Imitación y trasducción Si queremos provocar un renacimiento de la Orden acorde con el espíritu de Francisco, son posibles dos caminos: la imitación, un retorno pedante (recordemos el ejemplo conmovedor de fray Juan el Simple) que quiere resucitar con– cepciones y actuaciones propias de otros con– textos sociológicos. Con mayor sentido histórico, en cambio, se mueve quien quiera recuperar fielmente el es• ARTICULOS pírltu y la forma esencial del franclscanlsmo con la intención de encarnarlos en los valore$ más auténticos y sentidos de nuestro tiempo. Es un esfuerzo de traducción o mejor de tras• ducción: transformar una forma de energía en otra, pasando por los necesarios estadios in– termedios. Los antiguos conventuales prefirieron sacri• ficar la observancia literal y sin glosa de la Regla, para sintonizarse con las necesidades y requerimientos de la Iglesia en el siglo XIII; pagaron, haciendo esto, un duro peaje; sin embargo, no obstante las reservas y perpleji• dades, debemos reconocer que lograron salvar gran parte del patrimonio espiritual del fun• dador. Los franciscanos del siglo XX tienen liber• tad de elegir entre el camino de la imitación y de la traducción; pero el carisma propio de nuestra vieja Orden, sometida a una cura de rejuvenecimiento, pienso que se inclina hacia la segunda solución, no exenta de riesgos y de fatigas y, sin embargo, sí asumida con au– dacia y lucidez, susceptible de una nueva pri· mavera franciscana. Quaerendo dicimus, non sententiam praeclpitamus. (S. Agustín, PL 38, 575) 111

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