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- 244- Pero la Asamblea de Quito quedó insatisfecha, a pesar de estas po– sibilidades. Los interrogantes y proposiciones fueron mucho más auda– 'Ces. ¿Nos corresponde a nosotros, la Familia Franciscana, tener una ac– titud oficial frente a los pobres, no precisamente de reivindicación pero sí, de algún modo, de redención integral porque la evangelización no es posible allí donde no exista una cierta elevación humana? ¿Nos corres– ponde tomar postura sobre fenómenos como la violencia, la injusticia so– cial, siquiera en el terreno de la especulación teológica? ¿Podremos noso– tros seguir ejerciendo una evangelización "angelical y suprahumana" (y -de consiguiente inhumana)? ¿No hemos sido precisamente nosotros los que hemos fomentado ciertas devociones populares en América Latina? ¿y no han sido precisamente estas devociones populares una piedad alie– nante y "dopadora"? ¿Los pobres de este continente no han sido enaje– nados con las esperanzas futuras? (cfr. fr. Boaventura Kfoppenburg, "Prospectivas conciliares para los franciscanos de América Latina"). Estas '.nquietudes e interrogantes se vivieron en el Encuentro de Quito. Y entre dudas sobre cómo y cuál debe ser este camino, en el fondo quedó la convicción de que nos corresponde una tarea histórica junto a los pobres, ahora, en este continente, siguiendo nuestra mejor tradición histórica. Los capítulos segundo, cuarto, quinto, sexto, octavo y noveno del Esquema abren anchos cauces en este sentido. C) NECESIDAD DE DEFINICIONES En este continente la inmensa mayoría de nuestros conventos son parroquias. Hecho aparentemente inocente pero que envuelve un sutil peligro de neutralizar la vocación religiosa. ¿De qué manera? Son tantas las necesidades pastorales, nos entregamos con tanto entusiasmo a las ac– tividades apostólicas que, en la práctica, solamente actualizamos la voca– ción clerical-sacerdotal, quedando absorbida y casi atrofiada la vocadón religioso-franc:iscana. En el fondo se agita el dilema de "ser o no ser". ¿ne qué manera contrarrestar la preponderancia de la vocación sacerdotal sobre la voca– ción religiosa? ¿ne qué manera poner en un primer •plano la vocación re– ligiosa?. El Esquema ofrece excelentes ideas-fuerza para este esclareci– miento en los capítulos primero, segundo, cuarto y quinto. Pero hay más. Generalmente SER y ACTUAR se corresponden, son equivalentes. Aquí se podría remedar "dime en qué te ocupas y te diré quién eres". El que se dedica a cualquier cosa llegará a ser cualquier co– sa, porque generalmente la actividad conforma la naturaleza de las insti– tuciones. Es un hecho que los Hermanos Menores nos dedicamos en Améri– ca Latina a cualquier clase de actividad. Y no me parece que esto se haga por un sentido de servicio universal (esto, bien llevado, en vez de defecto, podría ser u.na bella cualidad de los ''Menores'', es decir, una sublime dia– conía que llena "cualquiera" necesidad del Pueblo de Dios) sino más bien por falta de claridad y por cierto confusionismo no exento de irresponsa– bilidad. He aquí, .pues dos preguntas que exigen definiciones: _¿Qué somos? _y ¿Qué actividad nos corresponde?

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