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-246- :En una palabra, limitaciones impuestas, errores de metodología, falta de tiempo para una buena maduración... todo esto explica las contradiccio– ,nes y altibajos que señaló la Asamblea de Quito. En cuanto al nombre, el Esquema invariablemente habla de "her– manos" (o frailes) en los capítulos ¡primero, segundo y hasta la mitad del tercero. Y luego, repentinamente, desde el número 77 del capítulo tercero, comienza a hablar de "religiosos" en los restantes capítulos, con– tra toda nuestra tradición. Como es sabido, San Francisco, al sujeto de la Regla invariablemente lo llama "hermano'' concretamente ciento cua– tro veces en la Primera Regla, y cuarenta y siete en la Segunda Regla. El Esquema, desde que el hermano es todavía candid1ato, comien– za a exigir que "sea apto para vivir en la Fraternidad''. Y más tarde, si el candidato es de ''mayor edad", "averíguese sobre todo sobre su capa– cidad para adaptarse a la comunidad fraterna'' (n9 17). La obra de la iniciación o formación del candidato "incumbe a la Fraternidad" (n 9 20) "En el primer período los candidatos son introdu– cidos gradualmente en nuestra vida fraterna'' (ll9 20). Y lo más di.gno de destacarse es que el candidato no viene a prepararse para el sacerdo– cio, se surpone, sino a ser simplemente "hermano menor''. Esto queda implícitamente supuesto a lo largo del capítulo Segundo, un capítulo que encierra grandes gérmenes de "renovación y adaptación". Y siguiendo con el período de iniciación del hermano, el Esquema afirma los contextos fraternales diciendo: ''Todos los períodos de for– mación debén hacerse en fraternüaades peculiarmente idóneas para lle– var nuestra vida'' (n 9 21). Y de pronto, y sorpresivamente, el Esquema abre ilimitados y audaces horizontes cuando dice: "Sobr1e todo cultiven la vida fraterna tanto entre sí como con los aemás hombres cuyas nece– sidades deben estar siempre preparados a socorrer para que :iprendan a vivir cada día de manera más perfecta su compromiso con la Iglesia" (n9 19). Pero llegan los altibajos. El capítulo tercero marca un descenso lamentable. La oración y la: liturgia constituyen el alma de la Frater– nidad. Pero en este capítulo, el Esquema se encarama sobre una monto– nera confusa de recomendaciones devocionales, en que asoma el deta– llismo lleno de menudencias y nimiedades que, lo menos que podemos decir, considera al hermano como un colegial de menor edad, fomentan– do el individualismo pietista, contrastando notablemente con los núme– ros 5 6 y sobre todo 15 de ''Perfectae Caritatis". Y más tarde, alternan de nuevo los aciertos. Es una Fraternidad exigente y cioncreta la que asoma en el comentario a las palabras "y dondequiera que se encuentren los hermanos". Desde el número 116 has– ta el 122, la Fraternidad se ilumina de nuevo y el Esquema toma una altura consoladora. Aquí late el alma de Francisco y sentimos a los hermanos de Rivorto emulando por ia caridad, la alegría y el servicio. Sin embargo los asambleístas de Quito, echaron de menos una referen-– cia y una preferencia para los ancianos (cfr. proposición 21). Los asambleístas tuvieron reparos en el capítulo séptimo, cuando se comenta las palabras "de los hermanos que pecan". Se dijo que detrás 'de las prescripciones de este capítulo, sobre todo en el número 127, se

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