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-17- ~umanos, a objeto de destruir el amor propio, además de injusta, aten– taría contra los intereses de la formación ascética. Lo que hoy día urge, :no es despojar las exuberancias individuales, sino salvar la personali– ·1dad, porque la sociedad, ya por sí misma, amenaza masificar al sujeto y condenarlo al anonimato. Reflexiónese, ante todo, en que ordinariamen– te el noviciado recibe al adolescente mientras está en pleno desarrollo ·de la afirmación del "yo", cuando la facultad misma de juzgar crítica– mente es para él un descubrimiento precioso. Nada más fácil para el maestro que suprimir sistemáticamente estas manifestaciones, empe– iándose, como se dice, en "bajarle el moño" con satisfacción acaso has– ta del novicio mismo (6). De esta manera se consigue forma: un ambien– te estéticamente agradable por la uniformidad, por modos y compostu– ra exterior, por simplicidad -que no siempre es sinceridad- con el ·clásico aturdimiento de los novicios. Con este sistema, hoy día no se '.hace otra cosa que abrir un paréntesis y dejar en suspenso la etapa evo– lutiva de mayores repercusiones en el futuro de la person'l, postergán– ,ctola, o sea transfiriéndola. Un noviciado encaminado a la promoción humana y espiritual d'el individuo, para integrarlo en la comunidad sin hacerlo desaparecer en ·ella, ofrecerá un resultado de conjunto menos agradable y será más com– -plicado. En lugar de pretender modelarlos a todos sobre la propia ima•– gen, el maestro deberá evitar de imponerla con su propia singu!aridad, esto es, con ese modo personal de ver y de vivir los ideales religiosos que ·de ordinario tienen un marcado acento en aquellos que sienten la res– ponsabilidad de ser guia y ejemplo de los otros. Considérese, pues, feliz de ,idisminuirse a sí mismo para que crezca Cristo" (Jn. 3, 30). "El pe•• dagogo, para ser tal, está obligado a nacer el sacrificio heroico de su singularidad" (7). e) Atmósfera serena y confiada Esto se impone hoy en día de manera perentoria. El adolescente, con su precoz experiencia de los problemas de la vida y sensible .a los reclamos del yo reflexionado trae consigo del mundo una carga de reac– ciones y resistencias más o menos acalladas. En un noviciado, son por tanto inevitables las situaciones de violencia interna, se las considera como una actividad reveladora, a causa de las tensiones inherentes a la pasividad forzada y a la incompatibilidad temperamental de muchos novicios con el maestro; en cambio, es muy distinto si la formación se desarrolla en un plano abierto y dinámico, a consecuencias del saludable proceso de autorevisión y adaptación espiritual a que se somete volun-· tariamente el joven que siente con sinceridad su vocación. Seguir el camino del novicio con medidas de protección y de ais– lamiento, temiendo que una comunicación fraterna con el resto de la comunidad ( cf. can. 564) pueda ponerlo ante una realidad menos idealis– ta de la vida religiosa, tal como la viven los más ancianos, o porque el (6) El cánon 565, 1, refleja, sin emb8rgo, una pedagogía basada sobre la aseé., tica de represión: "con e}ercicios encaminados a erradicar_ la simiente de los vi.. ,cios, a dominar los movimientos del ánimo, a adquirir las virtudes•·. (7) J. Ortega y Gasset, "E,l espectador", IV, p. 170 s.

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