BCCCAP00000000000000000001649

-16- nes, que contienen los medios para tender a la perfección y para cumplir la misión comunitaria al servicio del pueblo de Dios. Sólo esta proyec– ción comunitari,a, impuesta por la caridad, justifica la legislación y la organización interna del instituto. Importa mucho que el novicio se esfuerce en aceptar su contenido preceptivo como un corolario natural de los ideales comprendidos y amados por él, como la encarnación del espíritu en la letra; que en la fidelidad a las leyes y en los modos concretos de convivencia fraterna, vea un derecho de los otros miembros de la comunidad. Seria antipeda– gógico comenzar ante todo presentándole el conjunto de las leyes y prác– ticas tradicionales, empeñándolo en retenerlas y ejecutarlas mecánica– mente, apelando a motivaciones ascéticas indirectas y conduciéndolo po– co a poco a discernir el espíritu que las anima. El desacrédito que pasa sobre la "observancia regular" entre nuestros jóvenes religiosos, provie– ne principalmente de este error de pedagogía: se los habituó a ver en totalidad las prácticas religiosas, no excluidos aquellos medios tan fun– damentales como la oración mental y el oficio divino de la comunidad, como meros puntos de "observancia" y a practicarlos por "cumplir la voluntad de Dios", sin llevarlos a captar el valor vital de cada práctica y, sobre todo, sin asimilación, sin identificación consciente. Así llega el momento en que, en otra perspecriva de valores, no ven tan claro que la "voluntad de Dios" exija aquel sacrificio. Y no tienen la sensación de que, con la observancia, decae también algo mucho más impo.!'.'tante. Pa– ra ellos es forma sin contenido. El estudio de los deberes de la vida religiosa, de la regla, de las constituciones y de los estatutos especiales, debería por tanto desarro– llarse cuando, ya muy adelantado el noviciado, la mente y la voluntad se elevan a nivel de las exigencias evangélicas de la vocaci.ón religiosa en general y del espíritu del propio instituto. d) Renunciar integrando Una formación leal, no puede ni esconder ni minimizar al joven la perspectiva de renuncias implícitas 1en el seguimiento de Cristo y sobre todo en la profesión de los votos. O mejor todavía, es él mismo quien deberá ponerse en la actitud de quien todo lo abandona "por El y por el Evangelio" (Me. 8, 35), persuadido de que las condiciones de vida del consagrado son muy disttntas de las de aquel que no lo es. Pe– ro, "renunciar", en el sentido evangélico, no es "anular", sino comunicar a la realidad una polarización nueva. Ningún valor de aqu2llos que in– tegran la donación total de la personalidad debe ser sacrificado. Se tra– ta, en cambio, de darles su verdadero centro de referencia. El puesto del _"yo" deberá ser ocupado por "El", por Cristo y su obra. Es este el ,sen– tido de "negarse a si mismo, tomar la propia cruz y seguirlo'' (Mat. 16, 24). Fuerzas físicas, desarrollo intelectual, iniciativa personal, aptitu– des y aspiraciones legítimas, afect:vidad y la misma indivi:lualidad es– piritual, deben concurrir armónicamente a preparar la donaciór! cons– ciente de la profesión. Una táctica de represión que quisiera suprimir en el noviciado todo empeño de superación aún en sectores mera~ente

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz