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-14- ritatis, 5) da testimonio de "la elevación del Reino de Dios por sobre todas las cosas terrenas y de sus s:ipremas exigencias" (LG. 44), hacién– dose presente a los hombres de una manera más profunda y cooperando, más eficazmente a la edificación de la ciudad terrena (LG. 46); por las mismas razones, una nueva forma de entender la proyección propia ha– cia la comunidad humana en general y, en particular, hacia el nuevo grupo de los convocados en Cristo en cuyo medio se debe realizar la pro– pia vocación. 5) finalmente, la identificación con aquella forma de vida que para él deviene la encarnación concreta del llamado divino: norma de su desarrollo personal en Cristo y de su consagración a Dios y a los hombres. Este compromiso de progresiva conversión, llevado a través de todo el periodo del noviciado, obligará al candidato a una sincera y cons– tante revisión de sus criterios personales, de sus actitudes prácticas en la vida, de sus mismos sentimientos, confrontados continuamente con el ejemplo y las enseñanzas de Cristo (3). b) Descubrir más que aprender Es algo bien sabido que los ideales religiosos operan en los jóve– nes tanto más eficazmente cuanto menos saben de programa escolástico, de sistema doctrinal o disciplinario (4). Y no se ve por qué haya de ex– cluirse de este principio general la formación a la vida religiosa. Esco– gida a continuación de una libre respuesta al llamado divino, ella tjebe desarrollarse pudiendo mantener vivos para el novicio los atractivos y el estímulo de una realidad cuyos valores él va descubriendo y experi– mentando de día en día. Debe conservarle la impresión que él siente conociendo, P-laborando y traduciendo en acto los ideales que se le proponen. El joven ama y hace suya de manera definitiva -dispuesto a defenderla contra cual– quiera que trata de ponerla en discusión- toda conquista de su mente y toda valorización que es fruto de su personal esfuerzo, sobre todo cuando se ve obligado a exponerla y demostrarla ante los otros; pero, por el contrario, se aparta sin pena, y hasta con alivio, de aquello que se le hizo aprender o ejecutar artificialmente. Es aquí donde debe manifestarse el arte del maestro de nov1c10s consciente de su deber: presentar los ideales de su vida re:igiosa, el es– píritu y los fines del Instituto, sus obligaciones y prácticas de tal· manera que los jóvenes hallen en todo esto la respuesta al interrogativo de su vo– cación; que ellos, como S. Francisco ante el programa de vida apostóli– ca, puedan exclamar: "He aquí lo que yo quiero, lo que yo !msco, lo que yo deseo hacer con todas las fibras de mi corazón" (5). En la pedagogía (3) EJ P. De Bont ha anaJ.izado desde el punto de vista sociológi~o este proce– so de "desafiliación" y "desid.entifica(:jón", necesario para que se pueda sentir plenamente integrado en el nuevo grupo: "Les composantes du noviciat", l. c., 46'9-475. (4) Cfr. G. Nosengo, "La vita religiosa nell'adoles,cente", Roma, 1944, p. 256., (5) I Cel, 1, c. 9.

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