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LA LITURGIA COMO SACRAMENTO Y CULTO Corremos el riesgo de usar términos equí– vocos y no lograr entendemos. Hablamos de liturgia, de culto, de celebraciones, de Pasto– ral litúrgica y estas palabras reciben con frecuencia diversos significados. Procurare– mos precisar algunos conceptos. Liturgia, acción divina En la enseñanza oficial de la Iglesia, la liturgia es, antes de nada, una manifestación de Dios, en la que nos entrega su salvación en Cristo, su Hijo. Tal vez éste sea el ele– mento más subrayado en la enseñanza del Vaticano II y también el más desarrollado en la literatura y en la vida posterior al Concilio. Es lo que comúnmente se llama el aspecto sacramental de la liturgia, la acción sagrada a través de la cual Dios mismo se nos mani– fiesta para comunicarnos salvación. La presencia perenne de Cristo en su Iglesia (Mt 28, 18-20) toma cuerpo y se expresa en forma privilegiada en la liturgia (Constitución Conciliar de Liturgia n 7). Y más concretamente en momentos o instancias específicos de ella, como son, en el presbíte– ro que, in persona Christi, preside la Eucaris– tía y los sacramentos; en las especies eucarísticas consagradas en donde, en modo singular y preeminente está El mismo verda– dera, real y substancialmente presente; en los sacramentos de la Iglesia, que toman precisa– mente su eficacia de esa presencia actual· de Cristo que es autor y ministro de cada sacra– mento que celebra la Iglesia; en la Palabra, ya que cuando se proclama la Sagrada Escri– tura en la Iglesia es El mismo quien nos habla; está también presente en la comunidad o asamblea que suplica y canta salmos, por– que El mismo nos aseguró su presencia cuan– do nos reunamos en su nombre. Estas afirma– ciones del Vaticano II se encontraban ya, casi en forma textual, en el magisterio de Pío XII (Mediator Dei et Hominum, AAS 39 (1947) 528). 98 El mismo n. 7 de la Constitución de liturgia, cuyo contenido citamos, comienza y acaba con estas categóricas afirmaciones. "Para realizar una obra tan grande (la salva– ción de los hombres) Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la ac– ción litúrgica ... En consecuencia, toda cele– bración litúrgica, por ser obra de Cristo Sa– cerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia". El tema de la presencia del Señor en su Iglesia ha sido tratado en diversos documen– tos del Magisterio. Pablo VI, en la Encíclica Mysterium Fidei (3 septiembre 1965) apenas dos años después de la Constitución sobre la liturgia, explicita aún más la fe de la Iglesia en la presencia perenne del Señor en ella. Y si comparamos su enseñanza con otros docu– mentos magisteriales anteriores, podríamos afirmar que amplía el abanico de formas de esa presencia. Cristo está presente en su Igle– sia orante, no sólo en virtud de su promesa (Mt 28, 20), sino aún más, está orando con su Iglesia misma. También está presente cuando la Iglesia ejerce las obras de misericordia, continuando y haciendo realidad en la histo– ria de hoy la caridad que el Señor vivió. Está presente en la Iglesia pe_regrina que anhela llegar al puerto de la vida eterna. De otra forma, muy verdadera, Cristo está presente en su Iglesia que predica y anuncia el Evan– gelio. Igualmente está presente en la Iglesia que rige y gobierna al Pueblo de Dios, ya que El prometió su asistencia constante a los apóstoles. Al hablar de la asamblea celebran– te el texto de la Encíclica es más preciso: De modo aun más sublime, Cristo está presente en su Iglesia que ofrece en su nombre el sacrificio de la Misa y administra los sacra– mentos. Finalmente enseña. "Pero es muy de otro modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente en su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía... ya que este sacramento contiene al mismo Cristo (Mysterium Fidei AAS 57 (1965) 762-764; el texto completo se encuentra en R.

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