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litúrgica como culmen de la evangelización, y proyectarla después en el testimonio vivencia! de su contenido salvador. Este es el marco ideal en que deberíamos situar una pastoral litúrgica como enriqueci– miento y complemento de la vida parroquial. Para establecer y consolidar estos tres pilares de la vida cristiana: evangelización, liturgia, testimonio, es necesario sustentarlos en una estructura que, unida a otros empeños pastorales, estimule y mantenga la animación de la liturgia en la comunidad. Por una necesidad de nuestra naturaleza humana debemos tener estímulos constantes para mantenemos y crecer en el aprecio y la vivencia de lo que consideramos nuestros valores. Esto es aplicable también a la vida de nuestras parroquias: si no nos esforzamos en motivar constantemente el amor por la Palabra de Dios, o la caridad fraterna, o la frecuencia de los sacramentos, la vivencia de esos valores cristianos disminuirá y hasta corremos el riesgo de perderlos. Como se recomienda en otros campos, también la Iglesia desea que, además de la constante catequesis y de la praxis celebrativa, se organicen instancias animadoras de la vida litúrgica. La misma Constitución Conciliar de Liturgia del Concilio Vaticano II hablaba de la necesidad de fomentar teórica y prácti– camente entre los fieles y clero la vida litúrgica parroquial. .. sobre todo en lo que se refiera a la celebración comunitaria de la Misa dominical (n. 42). El Misal Romano, n. 73, parece suponer un grupo estructurado de muchos fieles bajo la dirección del rector de la Iglesia que deben ocuparse de la prepara– ción de la celebración eucarística. La vida misma de la comunidad cristiana ha ido organizando a diversos niveles lo que corrientemente llaman hoy: Equipos de litur– gia. Se trata de grupos heterogéneos de ani– mación y de trabajo, cuyo objetivo es mante– ner vivo el amor a la liturgia y estimular a la comunidad cristiana a vivir su celebración a través de una participación consciente, fruc– tuosa y activa. 108 La naturaleza de estos equipos que van surgiendo se sitúa en la línea de la animación y del servicio, más que en el campo de la reflexión y del estudio. Como se trata de una forma de ministerio litúrgico, dice más rela– ción al servicio de la asamblea que al prove– cho personal de los que componen el equipo. Sin duda para ellos también será de provecho para una más profunda vivencia de la litur– gia, pero lo sustantivo es lo ministerial. Nos permitimos repetir aquí lo que, a partir de búsquedas y experiencias, han sinte– tizado ya algunos manuales o directorios pastorales de algunas Conferencias episco– pales. El equipo de liturgia El equipo de liturgia de una parroquia debería estar compuesto, al menos, por todos aquellos que ejercen un ministerio jerárquico o laical en su celebración. Esto no pretende excluir a los que no ejecutan ministerios. Más aún, hay que tener en cuenta lo que algunos documentos oficiales recomiendan acerca de los ministerios laicales, que haya en las comunidades "una constante promoción de estos servicios litúrgicos. Y una buena forma de integración podría ser el equipo por los elementos de reflexión y formación que puede ofrecer. Entre las cualidades que parecen ideales y deseables para este equipo, emerge, ante todo, el espíritu de servicio, carácter insusti– tuible de todo ministerio cristiano. El princi– pal objetivo de sus componentes será ayudar a la asamblea celebrante a percibir y partici– par en la salvación que actualiza la liturgia. Por eso, el equipo no debe considerarse due– ño de la celebración, sino asumir la actitud de Cristo, es decir, estar en medio de los demás como el que sirve. Otra característica que deberá cultivar el equipo, salvando lo que acabamos de anotar más arriba, es que debe buscar ser más par– ticipante que animador. En un ministerio de

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