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hermanos se multiplicaron increíblemente durante la llamada primavera franciscana, Francisco vino a ser para ellos la regla vivien– te. Su modelo y ejemplo. 8 Francisco en 1219 marcha a Oriente y deja a dos Vicarios que lo suplan en la direc– ción de la Orden. Ambos pertenecían al gre– mio de los letrados. Estos creyeron había llegado la hora de dar forma organizada a la Orden y de introducir en ella los estudios. En Oriente notificaron al Santo la división inter– na surgida en su obra con los cambios pro– movidos por los dos Vicarios. 9 Francisco vuelve con prisa a Italia. Desembarca en Venecia. Y el primer acto que realiza, tan suyo, fue pasearse entre las avecillas a las que predica evangélicamente sobre el amor que Dios les tiene. El laico Ortega reconoce que la cultura humana hubiera perdido algo muy esencial sin esta prédica de san Francis– co. De Venecia pa¡;¡a éste a Bolonia, orgullo– sa de tener la Universidad del derecho. Allí, el Provincial franciscano había organizado una casa de estudios. El santo se disgustó sobremanera y se mostró muy severo con dicho Provincial. Entra, pues, en conflicto con los estudios en la Orden. Pero este con– flicto lo hace palpar que se halla en marcha una crisis general dentro de la institución que ha fundado. ¿Qué camino tomar entonces? Si Francisco se hubiera sentido jefe de su obra, hubiera ido a Asís para enfrentarse con los Vicarios que lo habían traicionado. Sin embargo, deja a trasmano a Asís y se dirige a Orvieto, donde se halla Honorio III para pedirle un Cardenal Protector que proteja efectivamente su obra contra quienes la trai– cionan. En este momento neurálgico de la vida de Francisco reiteramos la pregunta que ya hicimos cara a la tesis protestante: ¿Es Francisco quien pide apoyo a la Iglesia o es la Iglesia la que aprovecha el momento críti– co de Francisco para manipular su obra? Hay textos a granel para respaldar esta alternativa. De notar es que las fuentes pos– teriores a esta época, escritas a fin de siglo por los espirituales, dan pie para la interpre- tación protestante ya mentada. Las primeras fuentes, entre ellas san Antonio de modo muy preclaro, están por la interpretación que proponemos aquí como más histórica. Esta interpretación se halla veritativamente plas– mada en un idílico apólogo que sólo la mente de san Francisco ha podido imaginar. Lo transmiten estas autorizadas fuentes: II Celano y Tres Compañeros. Cuenta el apólogo que una noche Francisco tiene este sueño. Se ve a sí mismo cual una gallinita pequeña y negra a la que le ha crecido su nidada. Ya no puede cobijar la multitud de sus polluelos. Decide entonces ir a la Santa Iglesia para que los cobije y proteja. Los mantenga también en paz unos con otros. JO No juzgo exagerada ponderación, sino se– vero juicio histórico, ver en el ingenuo sueño de san Francisco la solución de uno de los más graves problemas de la Iglesia a lo largo de los siglos: la relación entre el orden y el amor; entre la organización y el carisma, como gustamos decir hoy. En efecto; el sueño le dice a Francisco, alma carismática en super– lativo, que vaya al Papa y que le pida un Cardenal que proteja su Orden y la corrija y enmiende. Lo increíble del caso es que esta alma carismática, al ejecutar su proyecto, pida al Papa por Cardenal protector a quien, en aquellos días y hasta los nuestros, ha encar– nado de modo más patente las exigencias del orden jurídico dentro de la Iglesia. El Carde– nal Hugolino, más tarde Papa con el nombre de Gregorio IX, promulgó las famosas Decretales. Esto que parece una ironía histó– rica, no es más que una iluminada genialidad de Francisco. Al no sentirse jefe de su obra, capaz de dirigirla, la entrega a la Iglesia para que ésta haga de rectora, aunque siempre será para sus seguidores modelo y ejemplo. Esto explica por qué, en los días angustiosos que siguen a su vuelta de Oriente, Francisco no va a Asís para encararse con los Vicarios, sino que acuda al Papa. 11 Paul Sabatier, tan empe– cinado en ver a Francisco bajo la opresión de la Iglesia, no duda en escribir que si éste no se pone al amparo del Papa, su obra hubiera acabado en una secta más. 12 85

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