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de la cátedra y del púlpito. Gran tema pro– pongo para que mis colegas más jóvenes se adentren por el mismo. Por otra parte, pocos temas como éste se hallan en la raíz y cogo– llo de la agitación mental que se percibe hoy dentro del pensamiento cristiano. INICIADOR DE LA ESCUELA FRANCISCANA No se constata, afirma autorizadamente B. Balic, que san Antonio haya enseñado ninguna de las tesis filosóficas o teológicas propias de la escuela franciscana. 25 Pudiera parecer contraria esta afirmación a que san Antonio sea el iniciador de esta escuela. Pero la respuesta es fácil si a san Antonio se le acerca más a Francisco que a los clásicos doctores medievales de la Orden franciscana. San Antonio en la Escuela franciscana Hoy día, no solamente no se discute el inmenso influjo de san Francisco en los mismos doctores, sino que se multiplican los estudios para precisar hasta dónde llega este influjo y las diversas arterias por donde ha corrido desde los doctores hasta nuestros días. Pues bien, sin reparo alguno, situamos a san Antonio al lado de san Francisco, aunque con un tinte que le es propio. En ambos casos, más que de enunciar tesis doctrinales, se trata de percibir el clima donde brotan tales doctrinas. En crear un característico clima mental concurren Francisco y Antonio. Sin embargo, la tónica de Francisco es más vivencia}, mientras que la de Antonio rezuma ya sabor escolástico. Sucede que Francisco ha hecho sentir su inmenso influjo por sus extraordinarias vivencias que han abierto horizontes magníficos. Antonio no alcanza a su santo fundador en ofrecer parecidas viven– cias. Pero le gana en el esfuerzo que realiza para dar enmarque intelectual al estudio de tales vivencias. Certeramente escribe E. Gilson sobre san Francisco; "Siempre, en el conjunto de una doctrina verdaderamente franciscana, está escondido el ideal de san 92 Francisco, el principio secreto de su forma de vida, como el corazón del cuerpo que él anima". 26 No se puede decir otro tanto sobre el influjo de san Antonio. Pero, al dar nues– tro doctor a sus hondas vivencias franciscanas un método escolástico de interpretación, dio a una aportación muy notable al clima espi– ritual creado por el alma de san Francisco. Por este motivo se ha podido afirmar justa– mente que cuanto en la literatura teológica franciscana se encuentra por diversas mane– ras y con diversos métodos afirmado e ilus– trado, concierne al mismo ideal franciscano que Antonio por primera vez corroboró y consolidó. 27 Se ha hecho la pregunta de si la relación de san Antonio con la escuela franciscana es de causa y efecto. La pregunta tal vez sea demasiado precisa y categorial para poderse responder con la disyuntiva del sí o el no. Parece mejor y más histórico atenerse a lo indicado. San Antonio se halla al lado de san Francisco para crear el clima en el que va a desarrollarse la escuela franciscana. Pero se ha de tener presente que el clima es agente primario de toda creación espiritual, tanto a nivel de la persona como a nivel comunitario. El agustinismo de san Antonio Sobre tesis particulares de la escuela franciscana no es fácil determinar la actitud de san Antonio. No puede, sin embargo, ponerse en duda que vive el ambiente mental del agustinismo. Sobre esto he escrito ante– riormente en la revista de esta universidad, Cuadernos Salmantinos de Filosofia. 28 No es cosa de repetir lo dicho. Pero conviene de nuevo subrayar que su formación mental fue agustiniana desde sus estudios juveniles de Santa Cruz de Coimbra, gran institución do– cente en Portugal, regida por canónigos regu– lares agustinianos, Que su mente quedó im– pregnada de agustinismo, lo dicen bien las incontables citas que en sus escritos halla– mos de san Agustín. Entre paréntesis me permito afirmar, fiado sobre todo del análisis interno de los escritos antonianos, que su

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