BCCCAP00000000000000000001646

teólogo J. l. González Faus. Cita en pro de esta crítica a Bernardo de Claraval, a Catalina de Siena y a Antonio de Padua. Juzgo un anacronismo esta mención. Largas páginas pide mostrar este contrasentido histórico. Por el momento me atengo a los sabios editores de las obras del Santo al denunciar lo incon– gniente que es servirse de un género literario epocal para utilizarlo como escudo de lucha en situaciones epocales distintas. Sin embargo, cuanto llevamos dicho hace surgir en la mente una problemática que suscita el cotejo obvio de las dos primeras notas. La primera subraya que la fuente doc– trinal primaria del saber antoniano es la Es– critura. La segunda afirma, a su vez, que este saber ya tiene sabor escolástico. Esta duali– dad pone ante nosotros el grave problema cultural del tránsito entre la teología bíblico– pastoral y la teología sistemática y científica. Estas dos posturas se mantuvieron frente a frente en el siglo XII. Recordemos las figuras antagónicas de san Bernardo y el filósofo Abelardo. Han pasado a los manuales de his– toria como antagonistas en la praxis moral. Sin duda alguna, en este campo nos declara– mos por san Bernardo. Pero en lo que toca al método que ha de seguirse en el proceso intelectual, el "Sic et Non" de Abelardo pre– para mucho mejor el camino a las grandes sumas teológicas del siglo siguiente que las enfervorizadas motivaciones de Bernardo de Claraval. Se ve venir la pregunta que formulamos: ¿Por cuál de estas dos actitudes se decantó san Antonio en sus escritos? El tema es largo, espinoso y poco estudiado. Como en anticipo nos permitimos indicar que san An– tonio no tuvo conciencia refleja de este grave problema de la historia interna del pensar cristiano. Pero lo resuelve en lo que tiene de más hondo al aunar en sus escritos ambas direcciones mentales sin llegar a un equili– brio doctrinal con madurez de síntesis. No es ciertamente un Tomás de Aquino, sistema– tizando su Summa. Pero tampoco un Bernar– do de Claraval a merced de sus inflamados afectos. Terminamos de oír a los doctos editores de los escritos de san Antonio que éste utili– za un "sermo scholasticum". Esto quiere de– cir que cultiva un método de exigencia y rigor. Pero al mismo tiempo la lectura del mismo obliga a decir que toda su especula– ción la ordena directamente a la praxis vitál de una vida mejor. Empalma en este momen– to nuestro doctor con la gran tradición cris– tiana que encarna la gran Patrística, tanto la de Oriente como la de Occidente, y que se prolonga a lo largo de la Edad Media hasta el alto momento histórico en que va a t~ner lugar la desviación para lo especulativo, sis– temático y prevalentemente dpctrinal. Esta histórica inflexión fue la obra de Tomás de Aquino en lo que tuvo de grande y también en lo que tuvo de limitada y deficiente. Fue grande esta inflexión por cuanto propuso un admirable plan mental y acrisoló unos con– ceptos que todavía los tenemos que tener muy presentes. Hace unos años escribía Zubiri con la exigencia mental que lo caracteriza: "La riqueza y precisión infinitesimal del vo– cabulario escolástico constituye uno de los tesoros que es más urgente poner en rápida circulación". Tomás de Aquino es un máxi– mo agente responsable de esta inmensa ri– queza doctrinal. ¿Pero no peca la dirección tomista de exagerada intelectualmente? ¿No ha sido me– nester primario del Vaticano II poner freno a este intelectualismo que amenazaba trocar el saber cristiano en un juego de conceptos que se aúnan y contraponen? La vida cristiana pedía sendas de más concretez. Estamos to– dos de acuerdo en que el Concilio ha pro– mocionado estas sendas concretas que enri– quecen la gran vertiente doctrinal teológica, cultivada durante siglos desde la inflexión sistemática dada por santo Tomás a la teolo– gía. Ante esta perspectiva comprendemos mejor la situación de doble vertiente que tenía ante sí el espíritu reflexivo de san Antonio. Volvemos a repetir que, sin poder tomar plena conciencia de la gravedad de la hora, optó intuitivamente por la unión de la mente y la vida, de lo intelectual y pastoral, 91

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz