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ponderar tanto sus silencios como sus prefe– rencias. Choca la ausencia de la corriente platónica y neoplatónica, si bien la pudo conocer por su lectura de san Agustín y de los Victorinos. Admira aún más la nula in– corporación a su obra del Corpus Diony– siacum. Esto es más de notar por cuanto san Antonio parece haber tenido relación con Tomás Gallo de Vercelli, uno de los célebres comentadores del famoso Corpus. G. Fraile deja caer este informe en su historia: "Reci– bió Tomás Gallo la visita de san Antonio". 22 En verdad, poco rastro queda de esta visita en los escritos antonianos. Lo cual suscita una pregunta inquietante en el desarrollo de la vida intelectual del Santo.. Al parecer nie– ga la docencia de Tomás Gallo sobre él. Pero si los silencios de san Antonio son preocupantes para un historiador, sus citas y comentarios dicen con mucha claridad dónde bebía sus enseñanzas nuestro doctor. Con frecuencia hace oír esta expresión: "Philo– sophus dicit. .. describitur a Philosopho". 23 Cuando hoy leemos estas expresiones en los grandes doctores medievales tenemos con– ciencia de que apuntan exclusivamente a Aristóteles. No acaece, con todo, lo mismo en san Antonio. El vocablo "Philosophus" tanto vale para Aristóteles como para Séneca. A éste lo tiene muy presente en las cuestio– nes morales. También al razonar sobre ellas menciona a Aristóteles. Pero a éste lo utiliza aún más cuando acude a las _ciencias natura– les para aclarar mejor su pensamiento. Es, con todo poco sensible a la Lógica y Metafí– sica del mismo, la primera de las cuales ya fue utilizada en el siglo XII, la segunda iniciaba en su tiempo su marcha ascendente. Por lo que toca a las ciencias naturales, a las que terminamos de aludir, el alma franciscana de san Antonio se sintió muy cerca de la obra de Dios. En línea con las alusiones de Cristo a las aves del cielo y a los peces del mar, acude a estos saberes para aclarar los exigentes ideales de la vida cris– tiana. Se sirve primariamente de la que se ha podido llamar "enciclopedia medieval cris- 90 tiana", las Etimologías de san Isidoro de Sevilla. 24 También se sirvió de escritores anteriores: de Plinio el Viejo, Naturalis His– toria y de Solino, que arregló y retocó la obra de Plinio. Después de este atestado histórico-litera– rio puede afirmarse con todo rigor que los escritos de San Antonio tienen en sí la pri– mera nota que se les ha señalado. La segunda nota del "Opus" antoniano es la de ser un "sermo scholasticus". Con ello quiere darse a entender que los escritos de san Antonio evocan más al profesor que pronuncia serenamente su lección en el aula, que a la sugestiva amplificación que ha de recibir su doctrina en el púlpito. Esto del púlpito lo deja a la. sensibilidad del predica– dor para que actúe como le pareciere según las circunstancias. Lo que a él le interesa al redactar sus escritos es dar un riguroso con– tenido doctrinal. Por este motivo debe ser considerada su obra un "sermo scholasticus". La tercera nota completa la anterior al decirnos los editores de los escritos del Santo que éstos son "sermo scriptus, non dictus". Es decir: Antonio escribe para ser leído, no para ser literalmente predicado. Cómo lo que él escribe, deba ser hablado y comunicado de viva voz, no se ha preocupado de exponerlo, aunque lo haya practicado de un modo ya excelso que halló eco a nivel internacional. Finalmente subrayan los mismos editores una cuarta nota, muy necesaria para recta– mente entenderlo: el género literario. Hay que ponderar su peculiar modo de escribir desde su época y su ambiente. No es viable, por poner un ejemplo, trasvasar a nuestros días las recriminaciones contra los responsa– bles del pueblo cristiano. Más en concreto, contra el clero que desedificaba a los fieles, siendo para éstos más escándalo y tropiezo que estímulo y aliento. La cuestión es muy actual. En este mes en que escribo estas líneas, 5 de noviembre 1994, en Vida Nueva aborda el delicado tema Ma– dre Iglesia y crítica de la Iglesia el conocido

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