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recta de la ortogénesis. Consiste ésta en que la evolución tiende siempre hacia formas más perfectas que son, a su vez, punto de partida para un desarrollo ulterior. Este desa– rrollo se va actuando en diversas etapas.lJObJ Antes, sin embargo, de exponer estas etapas no pueden silenciarse dos graves pre– guntas que se le han hecho a Teilhard en este su punto de partida. La primera versa sobre los orígenes en sentido radical, es decir, so– bre la creación de las cosas ex nihilo. La segunda pregunta pide explicación de cómo se sal va la necesaria distinción entre espíritu y materia, si la energía cósmica, según su concepción, es esencialmente una y única. Con lealtad tenemos que decir que a ninguna de estas dos preguntas ha respondido Teilhard satisfactoriamente. Ante la primera inicial– mente se desentendía de ella, alegando que sobre el grave tema de los orígenes la fenomenología no le decía nada. Más tarde, ante urgencias vitales de su entorno concedió a la creación valor metafísico, si bien éste no tiene ningún respaldo histórico o experimen– tal.(11i A la segunda pregunta responde Teilhard de modo directo. Ha creído dar respuesta clarificadora, añadiendo un tercero a los dos modos clásicos de la producción de los seres: la creación ex nihilo y la educación desde las ingentes posibilidades de la materia puestas en acto. A su tercer modo de producción lo llama Teilhard "transformación creadora". Ve en ella la acción divina de levantar pro– gresivamente el mundo a niveles de ser y de perfección siempre ulteriores, pero inaccesi– bles desde él mismo. Por lo mismo, el salto misterioso desde la materia al espíritu tiene que realizarse bajo el influjo de la acción divina. Pero, ¿basta esta intervención divina para justificar la esencial diferencia entre espíritu y materia? Parece que la explicación de Teilhard, comentada y refinada por los teilhardianos, 112 i deja en inquietud ante el gran tema. Inquietud que aumenta en estos días en que un nuevo materialismo de doctos pensadores cristianos -materismo lo llaman 242 ellos- ve en la materia el último soporte de la realidad humana y causa única de su desplie– gue histórico.0 3 > Hechas estas aclaraciones sobre el punto de partida de la síntesis de Teilhard, damos una sucinta perspectiva de las etapas en que va desarrollándose la gran evolución cósmi– ca. Estas tres son las primarias: Biogénesis, Antropogénesis y Punto Omega. Se ha de tener muy presente que este proceso evoluti– vo tiene un sentido hondamente finalista con– tra el evolucionismo mecánico y fortuito del siglo XIX. En virtud de este finalismo se da un despliegue desde "l'étoffe du monde", especie de materia prima que contiene en sí todas las posibilidades del ulterior desarrollo, hasta una primera madurez en el hombre, el cual, a su vez, se plenifica al concentrarse en el punto final o Punto Omega. Esto es decir que Teilhard ha rebasado los datos fenomenológicos de los que ha partido, en infidelidad a su lema: "Nada más que el fenómeno. Pero también todo el fenómeno". 114 l En efecto, sin ponerse a filosofar al estilo metafísico, pero desbordando los datos fenomenológicos, realiza un esfuerzo para dar una visión sintética del proceso cósmico. Propone para ello una serie de síntesis inte– lectuales, que le parecen exigidas para dar inteligibilidad a este gran proceso. Hemos señalado cuáles son éstas. Sobre ellas volve– remos ulteriormente. Ahora baste indicar que Teilhard señala como etapa final al Punto Omega, porque sólo por él queda garantizado el sentido ascencional de la cosmogénesis. Pero, según confiesa lealmente, esta hipóte– sis del Punto Omega la ha formulado a la luz de la revelación. Reiteradamente había leído en el Nuevo testamento que Cristo es el principio y el fin, ALFA y OMEGA del mundo y de la historia. La síntesis de Teilhard, a la que no se le puede negar altura y grandeza, puede ser calificada como un movimiento ascendente desde los da,tos fenomenológicos hasta la inserción del cosmos en la Trascendencia, llamada Punto Omega.

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