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fin".< 8 l Ante este texto de Escoto Teilhard se queda pasmado, fuera de sí. Se levanta, lleva a G. Allegra a su antecámara y despliega ante él un gran mapa de la Escala biológica. En su cúspide se hallaba el hombre. Y sobre éste un chorro de luz descendía de lo alto, para significar el misterio de la Encarnación, por cual Dios, en sucinta expresión de Teilhard, "no rebaja la naturaleza, sino que la eleva y la sacraliza". < 9 J Convinieron ambos en que tenían que continuar en sus coloquios. Y así lo hicieron G. Allegra nos ha dado de los mismos este íntimo testimonio: "Cuanto escribo en estas EVOLUCION COSMICA EN CINCO SIGNOS (Teilhard) Este raro título apunta claramente a la aplicación del diverso método de Teilhard y de Escoto en la elección tan distinta del punto inicial de su respectiva síntesis. A Teilhard le impone su método fenomenológico lo que le dicen los hechos constatables en su primera manifestación ingenua. Escoto clava su mirada en los designios de Dios de que le habla la revelación y la metafísica le ayuda a comprender. Tan divergente punto inicial merece detenida aclaración. La cosmología teilhardiana Teilhard, ante los hechos inmediatos de su experiencia científica no contempla el complejo mundo de las cosas como "un cos– mos", palabra que nos habla de algo ya hecho y perfecto, sino que percibe a todas ellas en "cosmogénesis", es decir, como una inmensa realidad que está siempre en peren- páginas es un pálido recuerdo de cuanto nos dijimos en aquellos años sobre el Primado de Cristo, mientras la guerra enfurecía como un ciclón loco sobre nuestro planeta". ooaJ Ejemplar es este abrirse de dos concien– cias al vivo diálogo de la mutua compren– sión. Para nuestro propósito no podemos ol– vidar este primer atestado de P. Teilhard de Chardin, en el que el sabio declara que su gran mapa de la Escala biológica tiene mu– cho que ver con el pensamiento teológico de Duns Escoto. Con este atestado de Teilhard nos hallamos en el núcleo crucial de nuestro tema. Detengámonos a exponer algunos de sus puntos más singulares. PLAN DE DIOS (Duns Escoto) ne hacerse. Este panorama de la cosmo– génesis, de innegable raigambre bíblica, como más tarde veremos; se halla al polo opuesto del fixismo de la filosofía clásica y muy acorde con la mentalidad moderna que ha hallado una síntesis grandiosa en "l'évolution créatrice" de H. Bergson. Digamos de paso haber oído afirmar al pensador francés E. Borne: "Lo que Aristóteles fue para santo Tomás, esto ha venido a ser Bergson para Teilhard de Chardin". Pues bien: a éste su mentalidad lo obliga a señalar cuál es la fuerza directriz de la cosmogénesis. Lo hace muy claramente, al afirmar que, contra el dualismo o pluralismo de la filosofía, vigente durante milenios, que multiplicó los agentes cósmicos, hay que optar por una única energía, a la que atribuye las virtualidades de lo que comúnmente lla– mamos materia y espíritu. Esta única energía despliega su actuación cósmica por la línea 241

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