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BEATO JUAN DUNS ESCOTO Y PIERRE TEILHARD DE CHARDIN ENCUENTRO DE UN TEOLOGO MEDIEVAL CON UN SABIO DEL MUNDO ACTUAL Enrique Rivera de Ventosa, ofmcap. Hace treinta años las librerías científicas estaban repletas de las obras de P. Teilhard de Chardin. Este se hallaba en explosiva moda intelectual. Pasada la moda, interesa recoger sus mejores temas en lo que tienen de lección perenne. Esto sin celar sus puntos seguros y discutibles que vienen pidiendo, a lo largo de estos decenios, aclaración y ma– durez. Cuatro momentos son de destacar en su pensamiento, que fue al mismo tiempo que– hacer vital: Eliminar radicalmente la supuesta oposi– ción de Ciencia y Fe, aparentemente in– superable desde la lamentable crisis de Galileo. Hacer sentir que la materia es un don de Dios, quien desea que vivamos con ella en cálida comunión, optando por un "sí a la tierra", dádiva divina, frente al "sí", procazmente ateo de F. Nietzsche. Construir cristianamente el "mundo nue– vo", a cuya génesis asistimos, no realiza– do bajo el signo del materialismo marxis– ta -tan vigente en sus días- sino bajo un Cristianismo que haga suyos los hirientes problemas de la hora. Percibir en "cosmogénesis" el mundo que nos rodea, es decir, no como un cosmos hecho y dado, sino como un cosmos en pleno desarrollo que tiene por e'je centro al Verbo Encamado, el cual, respecto de la evolución cósmica, es ALPHA Y OMEGA, el principio y el fin. Esta evo– lución ha de culminar en el Cristo Pleroma, "LE GRAND CHRIST", en la terminología de Teilhard. Es patente que si este pensador cristiano de nuestros días se halla en sus tres primeros momentos muy alejado de las preocupacio– nes del pensador cristiano medieval, beato Juan Duns Escoto. En el cuarto momento, no hay acuerdo; sí, hay, por lo menos, claros acercamientos. Sobre estos acercamientos quisiéramos reflexionar aquí. Por ellos Duns Escoto entra en contacto con la ciencia de hoy: va a su encuentro. Place relatar la anécdota del encuentro efectivo entre Teilhard y Duns Escoto. Ol Fue agente de la misma G. Allegra, benemérito misionero en China por largos años. Durante ellos fue prefecto del Instituto Bíblico Fran– ciscano de Hong-Kong y primer traductor al chino de los libros bíblicos en su integri– dad. <2J Por esta, su personalidad misionera, Mons. Mario Zanin, delegado Apostólico en China, tenía en él máxima confianza. Ello motiva que, hallándose en 1942 muy discuti– dos los escritos de P. Teilhard de Chardin, residente entonces en China, Mons. Zanin le pida su opinión motivada sobre uno de los escritos más problemáticos: Le milieu divin. Mons. Zanin entrega el manuscrito del mis– mo a G. Allegra, quien lee, asombrado, en el frontispicio del mismo: "Tanto Dios ha que– rido al mundo", y como dedicatoria: "Para los que quieren el mundo, este esbozo de un optimismo cristiano". < 3 l En su casa franciscana de Pekín refiere G. Allegra que se dio a la lectura del manuscrito, anotando lo que le era nuevo, sorprendente y audaz. También lo que 239

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