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Convergencias y diferencias Nos parece, con todo, muy esclarecedor confrontar, ahora mejor que nunca, las con– vergencias y diferencias de Escoto con Teilhard. Manifiestamente convergen -ya ha sido indicado- en considerar a Cristo como centro y eje de la creación entera. Adverti– mos, sin embargo, dos momentos diferencia– les en esta clara convergencia. Jesucristo, el principio y el fin El primer momento se refiere al puesto que respectivamente ocupan en el sistema de Escoto y de Teilhard las dos letras, ALFA y OMEGA, que abren y cierran el alfabeto griego. San Juan en su Apocalipsis afirma por tres veces que Jesucristo es el ALFA y la OMEGA. Les da por comentario estas otras fórmubs: "Aquel que es, que era y que va a venir; el Todopoderoso; el Principio y el Fin; el Primero y el Ultimo" (Ap. 1, 8; 21, 6; 22, 13). Estas han venido a ser las fórmulas perennes para proclamar el Primado Univer– sal de Cristo. Sin duda estos textos han esta– do presentes al pensamiento de Duns Escoto y de Teilhard. Lo que sucede es que Escoto ha tenido en cuenta que Cristo es primera– mente ALFA, es decir, el principio de los caminos de Dios en torno al cual éste planea el universo. Obviamente, por ser Cristo el ALFA de los caminos de Dios es igualmente la OMEGA en quien concluye y adquiere plenitud. Anticipándose cronológicamente a san Juan el apóstol Pablo lo remeda al hacer patente el centralismo de Cristo con estas tres preposiciones griegas: en, diá, eís. La liturgia las recuerda al cerrar la plegaria eucarística con esta proclama: "Por Cristo, con El y en El, a Ti, Dios Padre ... ". Nos inmerge esta fórmula sacra en el pleamar del Cristocentrismo bíblico. Escoto, desde su con– cepción de Cristo Alfa, admira estos caminos impregnados de un entrañado amor benevo– lente, por los que Dios va descendiendo por toda la creación, que salió de sus manos, retorne a El, con acción de gracias y bendi– ciéndole con cantos. En esta faena de retorno 248 a Dios todas las cosas tienen un agente máxi– mo de elevación y santificación en el hom– bre, quien, acorde con todas ellas, dirige a Dios el Himno de las Creaturas, cantado por san Francisco en una nueva mañana de la creación reconciliada. Este Himno de las Creaturas lo corea tam– bién Teilhard. Lo oímos reiteradamente en su obraHymne de l'Univers. Singularmente, en la apertura del mismo: La Messe sur le Monde. < 31 i Pero es muy justo anotar que Teilhard, al des– cribir su síntesis cósmica, no parte de Cristo Alfa sino de los datos de la evolución cósmica. Y cuando al final de esta evolución intuye que lo que la fe le dice del que llama Le gran Christ, es el Punto Omega, hacia el que la evolución converge, recuerda entonces el olvidado Punto Alfa y se devuelve declaradamente hacia él. < 32 l Pero estas rectificaciones posteriores.justamen– te ponderadas por los teilhardianos, no pueden hacernos olvidar que Teilhard se desentendió del punto de partida, el llamado PUNTOALFA. Volvemos a recordar que en este punto de par– tida la creación es una realidad clave. De ella, sin embargo, Teilhard se resiste a abordarla por no caer dentro de los datos de su método fenomenológico. Las breves aclaraciones pos– teriores no son suficientes para tranquilizar al investigador sereno. En conclusión: Escoto ve toda fa realidad como un cosmos estático. En este mundo anota el puesto que a cada creatura le corres– ponde según el orden del plan divino en el que Cristo es el único centro universal y el hombre un centro privilegiado entre las creaturas de Dios. Teilhard, a su vez, es un entusiasta del dinamismo evolutivo del cos– mos. En la perspectiva de este dinamismo el Punto Omega atrae todo hacia sí por conver– gencia. Pero el haberse desentendido del Punto Alfa perjudica esta grandiosa concep: ción. Por fortuna los Teilhardianos tratan de suplir esta laguna, ya que el silencio de Teilhard no significa repulsa, como él mismo confiesa en sus últimos escritos. Juzgo que las reflexiones de Escoto sobre el Punto Alfa pudieran dar un excelente complemento teo– lógico a la concepción científica de Teilhard.

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