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M. A. PENA GONZÁLEZ No pretendo yo aquí decir cómo se ha de hacer, pero sí poner el ejemplo vivo y elocuente de san Juan de Ávila: La cual doctrina, aunque sea verdadera y necesaria, no es bastante para edificación de las ánimas; y conviene, para usar bien de ella, que con doctrina de palabra de Dios y de los santos, dicha con calor del Espíritu Santo, sean movidos los corazones de los oyentes a seguir lo mejor y a huir de los pecados pequeños, para no caer en los grandes33. La idea fundamental es que la proclamación de la palabra divina tam bién requiere coherencia de vida, en definitiva, una expresión concreta de la santidad. Y, en este sentido, los maestros de espiritualidad han puesto en evidencia que no puede haber santidad sin humildad. Y esta última se al canza por una vía estrecha que es la obediencia a la voluntad de Dios. En este sentido, la santidad del pastor es un don y una tarea, que tiene su fe cundidad en el apostolado. Pero, como señalaba Raniero Cantalamessa, «no es tanto que Jesús sea llevado a las gentes cuanto que él lleva a las gentes»34. La ciencia de exhortar no debe perder de vista el bien de otros, los cuales, también en el partir el pan de la palabra son «servidos» y no do minados o usados. La predicación, por lo tanto —como recuerda Gregorio Magno— solo puede ser asumida y realizada como gesto de amor, pues «quien no tiene caridad para con otro, no debe en modo alguno tomar el ministerio de la predicación»35. Ser capaz de «ofrecer» el mensaje requiere el oportuno decoro de estilo, habilidad retórica o —como diría Hilario— «sinceridad de las pala bras»36. En toda esta estrategia de adaptación a los otros se ha de evitar —según Orígenes— tanto el limitarse a reprochar continuamente a los fie les así como el discurso genérico que no incide sobre la vida: JUAN DE AVILA, «Memorial Segundo al Concilio de Trento [12]», in Obras Com pletas, 11,534. M R. ANTALAMESSA, Tu palabra me da vida, Burgos 2009,75. GREGORIO MAGNO, «Homilía XVII, 1», Cuarenta homilías sobre los Evangelios, in Obras de San Gregorio Magno, 600. 36 HILARIo, La Trinidad [VIII, 1], cd. L. Ladaria, Madrid 1986,358. Hilario sostiene que Cristo quiere que, en el obispo, haya «doctrina de la palabra, el convencimiento de la fe y la capacidad de amonestar para triunfar sobre las contradicciones». [340]

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