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Apuntes para una espiritualídad sacerdotal en la comprensión del papa Francisco No es fácil vivir en el permanente reconocimiento del propio límite. Pero, al mismo tiempo, el cambio y la superación del pecado solo será po sible a partir de dicho reconocimiento. El pastor es testigo permanente de que el cambio interior es posible. Es una constatación que tira por tie rra el discurso frecuente de algunos que afirman que no es posible cam biar. Y el más claro ejemplo de esto, son los santos —como auténticos apasionados de Dios— que son capaces de vivir en la renuncia permanente de sí. En definitiva, el seguir afirmando que en el hombre, después de de terminada edad no es posible el cambio, es lo mismo que afirmar que Dios no está presente en su mundo. No deja de ser una muestra más de la se cularización reinante. Frente a ello queda una respuesta que casi no re quiere explicación: un amor auténtico, desprendido. Es la caridad de Cristo que urge a hacer vida lo que se anuncia también de palabra: Rezas mucho, pero no amas a Dios, no amas al prójimo, tienes el corazón seco, duro, no partido con misericordia: no lloras con los que lloran; y si esto te falta, bien puedes quebrarte la cabeza rezando y enflaquecerte ayunando; que no puso Dios en eso la santidad principalmente, sino en el amor31. Así, tanto ayer como hoy, los maestros de espiritualidad son cons cientes y han hecho frecuentes referencias a que la tarea prioritaria del pastor ha der ser el anuncio; pero sin descuidar que este ha de tener siem pre en cuenta a la asamblea a la que se dirige y a la que sirve. Esto con- lleva que el ministerio de la palabra tiene capacidad para ser personalizado. A este efecto, las exhortaciones de los maestros de todos los tiempos invitan a tener siempre en cuenta las situaciones del audito rio ante el que uno se encuentra. El servicio de la palabra no es suficiente si no se hace eficaz. Y la eficacia se logra teniendo en cuenta al auditorio y sus verdaderas nece sidades, pero también preparándose para la predicación con gran cautela, evitando la improvisación, la palabrería, la simple teorización, una ex hortación molesta y vacía, o el uso habitual de invectivas y reproches32. ‘ JUAN DE ÁVILA, «Sermón 76. Al monte sube la Magdalena. ¡Al monte, señora, con ella! [12]», in Obras Completas. III. Sermones, ed. L. Sala Balust - F Martín Hernán dez, Madrid 2002,1031. 32 GREGoRIo MAGNO, Regla pastoral [11,4], in Obras de San Gregorio Magno, 126. [339]

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