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160 BERNARDINO DE ARMELLADA c10n, así como las limosnas para la construcción de la iglesia y para el Pan de los Pobres. La bendición de S. Antonio y la originalidad de las "quisicosas de Fray Delfín" inundan de inmediato la ciudad de Santander y su provincia con los ejemplares de la revista El Santo. Tal difusión obliga pronto a dar un carácter más sólido a la publicación mensual, que va saltando poco a poco por toda la geografía española para no detenerse en sus fronteras, certificando de algún modo el apela– tivo de S. Antonio como "el Santo de todo el mundo". Ya en el número 25 de la afortunada revista (13 de febrero de 1944) un artículo, con motivo de la inauguración de la nueva iglesia, se pregunta maravillado por la raíz de la "honda y popular devoción" a S. Antonio, que se estaba manifestando en torno a la iglesia capuchi– na. Merece la pena la transcripción de algunos párrafos: "La extraordinaria simpatía con que los montañeses han recibido esta Revista antoniana de EL SANTO y la generosidad verdaderamente espléndida con que han contribuido a la erección del nuevo templo de S. Antonio, en Santander, son una prueba bien evidente de la devo– ción que la Montaña ha profesado siempre al Santo de los Milagros. Pero, cuando se sopla sobre las cenizas, no se levanta llama si debajo no hay carbones encendidos. Quiero decir, que la simpatía y entusiasmo que por S. Antonio se ha despertado en estos últimos años, no se explica si la devoción al Santo de Padua no estuviera ya honda– mente arraigada en el corazón del pueblo montañés desde tiempos anti– guos, y esta devoción no tiene en realidad otro origen que la profunda influencia que en la provincia ha tenido siempre la Orden franciscana" (p. 40). La tradición quiere que S. Francisco mismo fundara el primer con– vento franciscano de Santander a su paso para Santiago de Compostela. La cantidad de conventos de frailes menores y clarisas de que habla la historia y la devoción y simpatía franciscana que se refleja en artistas y literatos santanderinos hace que pueda decirse que "Santander es una de las provincias más franciscanas de España" (p. 41). "De esta sustancia franciscana del alma montañesa viene, sin duda, esa honda y popular devoción del pueblo montañés a S. Antonio de Padua, que últimamente ha tenido ocasión de manifestarse con motivo de la erección de este hermoso templo de S. Antonio que hoy se levan– ta en la capital santanderina para ser casa solariega de la espiritualidad montañesa y lugar sagrado donde el Santo Taumaturgo escuche y despa– che las plegarias de todos los que le invocan" (p. 42).

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