BCCCAP00000000000000000001637

LA INFANCIA DE S. FRANCISCO EN LA ICONOGRAFÍA 423 * * * En conclusión. Comenzamos nuestro largo itinerario con la genealogía y heráldica de Francisco de Bernardone, lo continuamos con las extrañas circunstancias que acompañaron a su nacimiento, encontrándonos con un heraldo precursor, interpretado, por unos, como un peregrino humano (F. Villamena, F. Thomassin) y, por otros, como un ángel (J. Ligozzi, A. Viladomat); este emisario, celestial o no, no comparecía propiamente en el establo natalicio según la obra de algunos de esos artistas (Villamena, Thomassin, Ligozzi, Viladomat), pero sí se hacía presente en la de otros (G. van Schoor, A. M. Wolfgang, Klauber), para revestir carácter decidi– damente angélico después del nacimiento en todos (F. Galle, J. Franco, T. de Leu, J. Fiorimo, M. van den Enden, A. M. Wolfgang, M. Engelbrecht y B. Picart) y entablar la defensa del recién nacido contra el demonio. En torno a su bautismo, hallábamos una ambivalencia similar y, además, la de la condición del ministro, que para unos fue un obispo (Villamena, Thomassin) y un simple sacerdote para otro (Viladomat). El delicioso episodio del manto a los pies de Francisco niño se situaba, por unos artistas, en su ciudad natal (Villamena, Thomassin, Viladomat) y, por otros, en el campo (van Schoor, van den Enden, Wolfgang, F. Galle). Examinamos después el problema de las fuentes literarias de esas interpretaciones, fijando las del ciclo genea1ógico en algunos códices, las del nacimiento, parte en algunos relatos legendarios, y parte, sobre todo, en el libro de las Conformidades, las de los elementos maravillosos del bautismo en un transvase parcial de los del ciclo anterior, y las del episodio del manto, en San Buenaventura. Por último, hemos distinguido una t riple intención en el origen de las diversas series. ¿ Qué papel tuvieron, en su urdimbre, el arte, la leyenda y la historia? Se trata de una trilogía creadora en torno a Francisco, tan repetida como inagotable. Ese triple quehacer, de cuño tan humano, contribuyó en proporción muy diversa a orquestar el concierto iconográfico exami– nado en las páginas anteriores. En líneas generales, puede decirse que, mientras el arte y la leyenda comparecen siempre en lo estudiado, la historia brilla casi siempre por su ausencia. La inspiración de los artistas se nutrió, por lo común, del enorme acervo « poético » que irradia la existencia de Francisco desde antes de su nacimiento hasta después de su tránsito. Esto es válido, de modo casi total, para la fase de su vida contemplada en nuestro estudio. Si exceptuamos la reconstrucción del árbol genea1ógico y, tal vez, el episodio del manto, con que se inician y cierran los cuatro ciclos examinados, lo demás no sólo no es susceptible hoy de verdadera investigación crítica, sino que se sitúa por sí mismo fuera de su alcance. Sin embargo, ahí está, con un tipo de realidad más perenne que la efímera del acontecer singular, registrable por el historiador. Y con un influjo más vasto y duradero que aquél. Durante siglos, un sector de la piedad católica, nada despreciable, pudo hallar pábulo valioso en la creencia de su verdad, y robustecer su

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz