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ARTICULOS La característica del hombre viejo, o de la primera creación, es la falta de libertad. En cambio el hombre nuevo es plenamente libre. En la disputa con los judíos, esta dife– rencia destaca nítidamente: "Si se mantie-– nen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad les hará libres" (J n 8,31-32). Es la libertad del discípulo, fiel solamente a la Palabra de Dios y sin dependencias opresoras de tradi-• ciones humanas. Y sigue Jesús: "Todo el que comete pecado, es un esclavo. Si, pues, el Hijo les da la libertad, serán realmente li– bres" (Jn 8,34-36). Desde otro ángulo, llegamos también a la misma conclusión de la libertad de los hijos de Dios. Los hijos poseen el Espíritu y el Espíritu es esencialmente libertad. Ha– blando precisamente de la conversión, Pablo escribe: "Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el Espí– ritu y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros. .. nos vamos transfarmando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu" (2 Co 3,16-18). Es el tema predominante en la carta a los gálatas: "Nosotros vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo" (Gál 4,3). "Para ser libres nos libertó Cristo. Mantén– ganse, pues, firmes y no se dejen oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Gál 5,1 ). Las diversas metáforas se complementan y refuerzan. El discípulo es el que escucha la Palabra y la pone por obra. El que así se comporta, se reviste de Cristo, se convierte en el hombre nuevo logrando la libertad pro– pia de los hijos. Se insinúa ya el aspecto so– cial, corporativo, de la nueva creación cuan– do se habla de la eliminación del muro que divide ( Ef 2,14) y eliminando las diferen– cias de griegos y judíos, circuncisos e incir– cuncisos (Col 3,10) y sobre todo con la pala– bra "cuerpo", "cuerpo de Cristo" "que es la Iglesia" ( Col 1,24 ). "Nosotros, siendo mu– chos, no farmamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo los unos miembros de los otros" (Rm 12,5). 'Ustedes son el cuerpo de Cristo" ( 1 Co 12,27). He aquí dos características de la nueva creatura: ser libre, y superar el individualis– mo, en una apertura social hacia los demás. 8 Pero esta apertura hacia los otros se nos des– cubre en la metáfora de la edificación. C) Penitencia en metáfora de edificación Se podría pensar que la libertad de la nue– va creatura nos llevaría a un liberalismo, a una lucha de intereses en que predominaría el más fuerte. Pero la metáfora de la edifi– cación, que ha entrado de lleno en la espiri– tualidad católica, aleja este riesgo. La peni– tencia-conversión tiene que ser "edificante" en un sentido de clara apertura hacia el otro. De este modo queda señalado el cauce por el que ha de transcurrir la libertad del hijo de Dios, del hombre nuevo: el tener en cuen– ta a los hermanos, a los que hay que dar preferencia por encima del propio interés. El origen de la metáfora hay que situarlo en el mismo Cristo. No sólo en la promesa del primado (Mt 16,18) sino principalmente cuando se aplica a sí mismo la designación de piedra angular (Mt 21,42) . En la edifica– ción sólida, sobre roca (Mt 7,24) las piedras o los ladrillos se apoyan unos en otros y de esta manera se levanta una construcción fir– me y segura: "Ustedes, cual piedras vivas, entre11 en la construcción de un edificio espi– ritual" (1 Pe 2,5). En esta metáfora el Reino de Dios aparece como templo vivo que hemos de edificar en– tre todos. Hay que pensar en los demás , hay que permitir que los otros se apoyen en uno para que el edificio se levante. La edificación es la metáfora, por antonomasia, del respeto a los demás, enmarcando la libertad del hom– bre nuevo. Vamos a verlo en dos casos peculiares que plantea Pablo: el de los alimentos y el del culto. En ambos casos establece la libertad cristiana, pero el criterio de autenticidad de esta libertad es precisamente éste: que edi– fique a los demás. La libertad queda proclamada: "¡ Aténga– se cada cual a su conciencia!" (Rm 14,5). Tú crees que puedes comer de todo. Está bien. Pero piensa que "no se debe poner tropiezo o escándalo al hermano" (Rm 14,13 ). "Pro– curemos lo que fomenta la paz y la mutua edificación" (Rm 14,19). En el capítulo si– guiente lo repite: "Nosotros los fuertes de– bemos sobrellevar las flaquezas de los débi~ les y no buscar nuestro propio agrado. Que

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