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ARTICULOS la penitencia, generadora de amor Fr. Carlos Bazarra, ofm cap. El autor es Director de la Revista "Nuevo Mundo" que se publica en Caracas, Venezuela. Es, además, miembro correspondiente de CEFEPAL de Chile. Entre sus obras, figuran "Liberación de la vida religiosa" y "Opción y muerte de un profeta", este último en colaboración. Presentamos la ponencia expuesta durante la IV Asamblea Plenaria de CEFEPAL de Chile, en septiembre de 1980, en Santiago. Para la mentalidad de los hombres de hoy, gentes de finanzas, de ciencia, del progreso y del buen vivir, la palabra "penitencia" tie– ne una resonancia desagradable. Y para los pobres y humildes la penitencia es un mal que les imponen las condiciones injustas de la vida y que hay que sobrellevar mientras no cambie la situación. La penitencia es asociada con el oscuran– tismo medieval, e instintivamente uno toma una actitud de defensa y rechazo. No tiene sentido hacer penitencia hoy, si no es a la fuerza; más bien hay que usufructuar al máximo la vida y el mundo. La penitencia es fruto del maniqueísmo -se dice- y no tiene nada de evangélico. ¡ Tal ha sido la desfiguración a que ha si– do sometida la penitencia! De ser así, con razón se la relega. La penitencia que Cristo exigía a sus discípulos se ha venido falsifi– cando y ha llegado a ser para muchos algo privado, de la esfera de lo individual, con una finalidad destructiva no sólo de los pro– pios defectos, sino también de las energías humanas. Late un concepto pesimista de la naturaleza y se descalifica todo lo humano. El Kempis es uno de tantos ejemplos que se pueden aducir: "Cuanto más espiritual quiere ser el hombre, tanto más amarga le parece la presente vida, porque siente más y ve con más claridad las miserias de la co– rrupción humanas. En efecto, el comer, be- ber, velar, dormir, descansar, trabajar, y las demás necesidades naturales a que uno está sujeto son de veras una gran miseria y aflic– ción para el hombre piadoso que mejor qui– siera estar desembarazado y libre de todo pe– cado" (Imitación de Cristo, libro I, cap. 22). Si esto es así, el resultado lógico sería el suicidio, la aniquilación. Pero nada más le– jos del espíritu evangélico: "El Señor usa de paciencia con ustedes, no queriendo que algu– nos perezcan, sino que todos lleguen a la con– versión" (2 Pe 3,9). Este es el objetivo que Dios se ha propuesto: no la muerte sino la conversión. La penitencia es una fuerza constructiva, edificante, generadora de amor. Quisiéramos dejar esto en claro a través de las siguientes reflexiones. l. Aspecto teológico: El Reino de Dios como exigencia La penitencia ha de cuadrar en las coorde– nadas del Reino de Dios. Nada que el Evan– gelio nos exija, puede ser ajeno a esta reali– dad que se nos ofrece. Pero además si hay algo que aparezca íntimamente ligado al Rei– no es la penitencia: "Hagan penitencia por– que el Reino de los cielos ha llegado" (Mt 4,17).

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