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286 BERNARDINO DE ARMELLADA de recibir el don, implicando una nueva relación personal 34 • Santiago de Autún distingue dos clases de deseos: unos que proceden del fondo mismo de nuestro ser, y otros que surgen del conocimiento de un bien que se nos propone. A éstos últimos pertenece el deseo de la visión intuitiva de Dios. Como advierte J.-Eymard, no hay aquí nada de original. Pero Santiago de Autún dirá también que la revelación corresponde a una tendencia profunda de nuestro ser, a la vez que habla en alguna ocasión de deseo natural, de búsqueda natural del soberano bien 35 • Para J.-Eymard, este autor, al igual que sus contemporáneos, no se propone la objeción clásica de que el deseo natural hace de la gracia una realidad "debida", lo que equivale a destruirla 36 • La observación - en el punto que subrayo - no es exacta. Baste el ejemplo de A. Hickey, que se ocupa detenidamente de la dificultad y la resuelve con distinciones pertinentes 37 • Como los de– más escotistas sabe que "la claridad de su tesis no cede ante la oscuridad de las dificultades" 38 • 6. La Summa Seraphica de Marcelo de Riez sistematiza al modo escolá– stico el pensamiento de San Buenaventura, que, si aparece breve y claro, pierde el estilo genuino y profundo del Seráfico Doctor. El apetito de la bienaventuranza entra en sus consideraciones más como realidad histórico– teológica que metafísica: "El alma es semejanza expresa de Dios. De esta 34 CL ib., 188. Doy traducido este texto queJ.-Eymard cita en nota, advirtiendo que el mo– do de hablar ciertamente contribuye a que sea difícil precisar si realmente esos diversos grados de gracia se pueden extender hasta la misma ausencia de la gracia: "Representaos a los hombres antes de la creación sin ningún derecho a la existencia, y, por consiguiente, sin ningún mérito para pretender un mayor grado de gracia. Dios les ha hecho un gran beneficio al darles un ser tan noble, y dependía puramente de su liberalidad el concederles gracias según la proporción de lo que El quería conseguir para su gloria. Gracias que serían siempre suficientes para su salvación. Las leyes dan a quien es dueño de una cosa, libertad para disponer de ella como guste; un príncipe no sería soberano, si no pudiera elevar a un favorito, concederle privilegios, honores, inmunidades. Dios, por tanto, que es causa soberanamente libre, habiendo dado el ser a las almas racionales sin mérito ninguno por parte de las mismas, las puede elevar al grado de gracia que le plazca, siendo ya el más pequeño grado un gran favor para ellas, puesto que no tienen aquí ningún derecho". La théolo– gie naturelle, t. 3, 406s. 35 Cf. Le désir du sumaturel... , f.c., 46. 36 "Pas plus que ses contemporains, Jacques d'Autun ne se pose l' objection classique: Si la vision béatifique correspond a !'un de nos plus profonds désirs, comment se fait-il que la grace ne nous soit pas due?" Ib. ¡¡ Cf. Bernardino de Armellada, El problema del sobrenatural en la escuela escotista del siglo XVII, en De doctrina Ioannis Duns 5coti IV, Romae 1968, 421-459 (esp. 435-440). 38 L. c., 439.
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