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416 ISIDORO DE VILLAPADIERNA Todo esto que hemos expuesto parece demostrar que qmzas ya anteriormente a 1579 - y casi con certeza al tiempo de Pablo de Fo– ligno - en el archivo general de la Orden no existía otra documentación que la que actualmente posee. La desaparición prematura de la docu– mentación oficial o privada, excluida la pontificia, creemos se deba atribuir, más que a la deterioración material, a la falta de sensibilidad histórica y de organización burocrática de la curia general y, en conse– cuencia, a la eliminación sistemática de « papeles viejos», fatalidad común de los archivos en tiempos antiguos y, desgraciadamente, también recientes. Ciertamente aquella documentación no fue entregada a los analistas que trabajaban en Roma o fuera de Roma, quienes, como hemos visto, la desconocieron, y les hubiera sido utilísima para esclarecer tantos puntos oscuros sobre los orígenes de la reforma 13 • Y menos se debe culpar de su desaparición a Napoleón I, quien en 1811 hizo trasportar el archivo general a París, de donde regresó, al parecer intocado, en 1817 14• Los fondos documentales del archivo Hoy día el archivo general de la Orden posee una considerable documentación referente a los doce primeros años de la reforma, original o en copias coevas auténticas, o en copias y manuscritos posteriores. Este material se puede clasificar en tres grupos: 1) documentación pon– tificia; 2) constituciones y ordenaciones; 3) Monumenta historica Ordinis. Todo este material ha sido inteligentemente utilizado por nuestro pre– decesor no inmediato, P. Eduardo de Alem;on, archivero general desde 1892 hasta 1914, para la elaboración de dos monografías críticas que siguen siendo fundamentales y merecedoras de una edición tipográfi– camente mejor con bibliografía puesta al día. Las citamos por orden de publicación: Tribulationes Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum pri– mis annis pontificatus Pauli III, 1534-1541, Roma 1914, y De primordiis Ordinis Fratrwn Minorum Capuccinorum, 1525-1534. Commentarium histo- Jaime de Sale,, en Anal. O.F.M.Cap. 21 (1905) 313-317, 332-337. Cf. Melchior a Pobladura, De cooperatoribus, 32-37. 13 La documentación enviada por las provincias a los analistas, que a partir de Boverio residían en Milán, es de los siglos XVII-XVIII y fue a parar al Archivo de Estado de Milán durante el dominio napoleónico en dicha ciudad (1796-1814). Cf. [Fredegandus Callaey], lnventariwn documentorum ad historiam Fratrum Minorum Capuccinorum spec– tantium quae Mediolani in Archivo Status servantur, en Anal. O.F.M.Cap. 28 (1912) 189-191, 249-251, 285s, 318-320, 348s, 374-376; 29 (1913) 26-31. 14 El archivo « esistente ne] venerabil convento de' P.P. Cappuccini di Roma» (el general, el de la procura y el de la provincia romana, o una inteligente selección de los tres) fue enviado a París con los archivos de otras 17 Ordenes religiosas en un convoy de siete carros. El archivo capuchino ocupaba tres de las 80 cajas del convoy, que sumaban un peso total de 10.366 kilos (casi 130 kilos cada caja). Cf. 0.-M. Jouve, Odyssée des archives monastiques de Rome, 1810-1814, en La France Franciscaine 6 (1923) 1-46; el inventario del archivo capuchino, hecho por el organizador del envío mons. Luigi Martorelli, a p. 35-37.
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