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SAN BUENAVENTURA A NUEVA LUZ 297 siado refleja y casi un pseudoproblema el de buscar compartimentos estancos donde no los hubo. 3. ¿ Un súbdito rival ? Rogerio Bacón Una de las novedades más interesantes de estos estudios bonaven– turianos, anunciada ya de entrada en su título general, es la que se refiere a Rogerio Bacón y su militancia en pro de las « nuevas ciencias ». ¿ Cuál era el otro mal de fondo, delatado por S. Buenaventura en sus Collationes sin personalizarlo ? Y ¿ cuál la causa de la « persecución » sufrida por su súbdito Rogerio Bacón dentro de su propia Orden? Bérubé cree haber atinado, al menos hipotéticamente, con la clave más plausible. La invasión de la universidad por la filosofía aristotélica en su versión árabe y su engendro el averroísmo latino venían siendo con– siderados, junto con las. actitudes laxas de muchos teólogos, como la pantalla ideológica contra la que S. Buenaventura proyectara sus célebres conferencias. Sin minorizar la calidad de estos adversarios, Bérubé entrevé un antagonista tan cualificado y peligroso para la concepción bonaventuriana de la sabiduría cristiana en las opiniones de su hermano de hábito, pero no de mentalidad, el Doctor Admirable. Aunque ambos persiguieran el mismo fin - el progreso de la teología como sabiduría cristiana - y convinieran en afirmar el origen divino del saber y su unidad en la Escritura, los medios adecuados para lograrlo diferían a veces diametralmente. Bacón recriminaba a los « nuevos teólogos », que para él eran entre otros, Alejandro de Hales y Alberto Magno, su ignorancia de las « ciencias egregias » - la matemática, alquimia, perspectiva, ciencia experimental, lenguas sa– bias... - y que su preparación filosófica para la teología se redujera a las « ciencias viles » - la lógica, filosofía natural en su parte más desdeñable, algo de metafísica y la gramática de los latinos... Aunque compusieran sumas del peso de un caballo, su actitud e ignorancia habían corrompido los estudios, eran causa de los grandes males venidos sóbre la Iglesia y ponían en peligro el mismo porvenir de la cristiandad. En los antípodas de esa postura situaba elogiosamente a sus maestros ingleses Roberto Grosseteste y Adam de Marsh. San Buenaventura había militado de por vida, obviamente, en las filas de los « neoteólogos » baconianos. Más aún, Bacón bendecía expre– samente algunos aspectos de lo que Buenaventura había exorcizado con toda energía: además de la filosofía pagana y la ciencia árabe, el joaquinismo. Vista por Buenaventura, la antítesis pudiera formularse invirtiendo el título de su célebre opúsculo sobre « La reducción de las ciencias a la teología ». El conflicto metodológico en torno al papel de las ciencias en la teología, en la Orden franciscana y en la Iglesia habría degenerado en lucha abierta, y las Collationes del año 1273 serían casi un mentís oficial al Opus maius, Opus minus, Opus tertium y Compendium studii 20

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