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SAN BUENAVENTURA A NUEVA LUZ 295 El núcleo íntimo de esa personalidad se cifra en las tres palabras indicadas - filósofo, teólogo, místico - en una sola pieza. Ellas definen al hombre y su obra, en la que son indefectibles, si bien a veces aflore una dimensión más que las otras y a lo largo de la vida el polo de interés se vaya desplazando al ritmo de la tensión espiritual. En este panegírico se propone Buenaventura presentar en estilo popular la sabiduría y la virtud de un cristiano consumado, como fue el fundador de la Orden de Predicadores. En el léxico bonaventuriano ocupa el término « sabiduría » el puesto preferente. Con modulaciones a veces constrastadas da sentido a las obras más significativas, y su rica gama de matices permite hablar de sabiduría «cristiana», « fran– ciscana», « bonaventuriana ». La primera de ellas equivale, en último análisis, a religión cristiana, pero el punto radial de todas es idéntico: el Padre de las luces. En el hombre esa sabiduría divina tiene tres reflejos fundamen– tales: la fe, la razón, la contemplación. Al segundo reflejo pertenecen la filosofía y la teología, que miran respectivamente al universo creado y al re-creado por Cristo. En Domingo de Guzmán brilló el triple reflejo en grado perfecto, así como su irradiación en la praxis de la virtud. En los escritos anteriores a 1260 desarrolla Buenaventura serena– mente sus ideas sobre la sabiduría cristiana. A partir de esa fecha se advierte en ellas una especie de subida de tono, que ha quedado bien plasmada en las Collationes in Hexaemeron. Como pensador en evolu– ción, la historicidad no podía serle ajena. La obra maestra de Buenaventura, el I tinerarium, nos da otro autorretrato del filósofo-teólogo-místico que había en su autor, al descri– birnos la ascensión cognoscitiva gradual desde la filosofía (Aristóteles, S. Agustín) y la teología especulativa (S. Agustín, S. Anselmo) a la contemplación o teología mística (Pseudo-Dionisia). Si el Itinerarium marca el ápice de la « ciencia del profesor» en su enfoque espiritual, las Collationes marcaron el de la sabiduría del ministro general en– carado con nuevos problemas a los que busca solución sin salirse de su pauta vital. El reto venía de campos por él tan trillados como la filosofía y la teología y su foco era la universidad. En los nuevos fi1ósofos veía un peligro para la fe y en los nuevos profesores de teología una quiebra de la moral. Incluso - como veremos - del in– terior de su propia Orden franciscana alguien, al parecer, le estaba lanzando un guante, que él desde su puesto de mando se apresuraría a recoger. Al reto de esa « batalla del Hexámeron », como se la ha llamado, respondió Buenaventura con un verdadero manifiesto de la sabiduría cristiana en sus Collationes. La réplica se esfuerza una vez más, pero con mayor mordiente, en cimentar la sabiduría en la mediación uni– versal de Cristo, Maestro único de todos. Si se compara el clima in– telectual de este escrito con el del Breviloquium e Itinerarium, tan llenos de sereno optimismo, aparece bastante enrarecido, aunque no deba olvidarse que sólo ha llegado hasta nosotros a través de repor-
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