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294 GERMÁN ZAMORA libro que exponemos se llama a veces « la complementaridad » de varios autores al confluir en el de Bagnoregio. Tal ocurre, por ejemplo, en la formación de su concepto de Dios a partir del esse agustiniano y del ens primum et summum de reminiscencia areopagítica y ansel– miana: su método y penetración le permiten a Buenaventura orillar tanto el innatismo de S. Agustín como la epistemología archirrealista de S. Anselmo y le dejan en vía libre para darnos una noción de Dios del todo transcendente. 2. Autorretrato de Buenaventura Todo pensador suele proyectar lo que es en lo que piensa. Buena– ventura no fue excepción a esa constante, sino más bien un caso típico. Ambos extremos constituían en él algo así como un circuito cerrado. La marca de los mismos persiste en el sedimento de sus escritos. Todos ellos muestran, junto a lo nuevo ocasional en cada etapa de la vida, lo permanente, pese a distancias en el tiempo y disparidad de moti– vaciones. Cronológicamente se van escalonando como si en el fondo fueran sólo variaciones en torno a un mismo terna - el que él llevaba dentro y necesitaba comunicar a los demás, según lo demandara o su personal psicología, o la sociedad que le dio responsabilidades de predicador, profesor universitario, ministro general de una Orden religiosa en rápido crescendo y crisis de crecimiento, y finalmente cardenal. Entre sus voluminosas opera omnia no se halla ningún escrito programático en el sentido señalado, donde su autor revele intencio– nadamente quién fue como hombre y como pensador. Pero la saga– cidad de w1 historiador avezado durante muchos años al mundo bona– venturiano y pronto a lanzar hipótesis de trabajo que pueden al final ser muy fecundas, debe encontrar algo equivalente. Bérubé cree localizarlo en un breve panegírico sobre Santo Domingo de Guzmán, a cuyo fondo transparece tanto como la imagen de éste, la de su panegirista. Los rasgos personales dejados en esa obrita hacen imaginar que Buenaventura los hubiera trazado para facilitarnos su propio identikit. De este sermón De sancto Dominico afirma Bérubé (p. 264) que « podría muy bien llamárselo autorretrato del Doctor Seráfico, siendo a la vez expresión de lo que Buenaventura quiso ser y de lo que nosotros podemos hoy leer en sus escritos y constatar en toda su vida: Buena– ventura filósofo, teólogo, místico. Retrato que puede parece irreal, por esquemático, pero que al familiarizado con sus obras le parece a cada línea estar compuesto de documentos auténticos, o sea, de doctrinas desarrolladas por él durante largo tiempo y en numerosos escritos y por las que no dudó comprometer su persona y el peso de su experiencia y autoridad».

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