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108 ANSELMO DE LEGARDA si conformásemos nuestro modo de pensar y nuestros procederes con los de aquellos hombres engañados, al mismo tiempo que veneramos y confesamos en nuestro Señor Jesucristo que El solo es nuestro camino, verdad y vida que sin riesgo alguno nos lleva a Dios o a su eterna felicidad. Por esto ciertamente nos dice que es perdido y sin fruto alguno el adorarle aun con el más rendido culto exterior, si por seguir las doctrinas nada piadosas de los hombres, disentimos o nos separamos de las suyas en todo santísimas, importantísimas y verdaderísimas. Fundado en esto y en que por fuerza de mi apostólico ministerio soy obligado a trabajar en destruir y arrancar, en cuanto me sea posible, la mala semilla de la impiedad o la cizaña de la perversa doctrina para que, limpia de esta maleza la tierra del corazón humano, caiga mejor en ella el grano de la divina palabra, y éste fructifique con la debida proporción; luego que vi ciertas proposiciones y las leí en dos cuadernos impresos en esta ciudad de Zaragoza, el uno en el año pasado de 1785, intitulado Proposiciones de Eco– nomía civil y Comercio; y el otro, en el presente de 1786, cuyo título es Espíritu del Sr. Melon en su Ensayo político sobre el Comercio, me pareció eran delatables por la censura teológica que merecían y para descargo de mi conciencia y para que de mi silencio no se pudiese inferir en tiempo alguno mi tácita aprobación, o Dios me hiciese cargo en su rectísimo tribunal de que callé cuando debía hablar, las delaté a V. S. Ilma. verbalmente en ocasión de predicar a los señores eclesiásticos en los ejercicios que a puerta cerrada tuvimos en la iglesia del seminario de San Carlos de esta ciudad, y ahora nuevamente las delato por escrito, obedeciendo la orden superior que para ello tengo. Pero no diré cuanto puede decirse en su censura, ya porque no lo considero preciso, ya porque mis tareas no me lo permiten, y ya porque me consta hay muchos sujetos llenos de piedad y santo celo que con notable erudición lo han ejecutado ya y aún siguen en hacerlo. En esta delación sólo hablo de. las proposiciones según que se hallan en los cuadernos impresos referidos, pero no de todas las que puedan en ellos censurarse, si es que tienen algunas más que sean dignas de nota, pues no he leído enteramente estos papeles. Me limitaré precisamente a sólo aquello que en el púlpito produje, sin extenderme a impugnarlas ni a otra cosa más que a lo muy preciso que en una delación se exige. Y protesto que para ello no me mueve influjo alguno humano, interés o fin particular menos recto, pues ni conozco los autores, ni soy por otros inducido a lo que hago, ni tampoco espero ni solicito premio alguno temporal por ello: sólo el mirar por la causa de Dios, el celo de la religión cat,ólica, a que todos somos obligados, y el satisfacer a los estímulos de mi propia conciencia fueron los motivos que antes tuve y los que ahora, junto con obedecer a quien me lo ordena, me asisten para esta determinación. Estas proposiciones son las siguientes, que, para mayor claridad, pondré con separación y por su orden. Primera proposición « Los favores del celibato son obstáculos de la población útil, esto es, de aquella que solamente se debe procurar el Gobierno y a este propósito pertenece la materia de los célibes voluntarios y del clero secular y regular»... Así se halla el número 7, parágrafo De la población, folio 11 del primer cuaderno, impreso en el año de 1785. Esta proposición consta de dos partes: la una en que dice que « los favores
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