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102 ANSELMO DE LEGARDA corresponden los puntos de derecho, y porque el Santo Tribunal ya sabe lo que procede en un caso de semejante naturaleza. En lo que nosotros podemos y debemos entender es en las expresiones que hace de los califi– .cadores al fin de la nota, diciendo de ellos que varios calificadores se hallan entre los muchos sujetos por quienes se hizo empeño de sostener al Padre Cádiz, y que se han manifestado enemigos del Dr. Normante y de la verdad. Añadiendo que, si de éstos son los calificadores autores del escrito que se le ha comunicado, ya ve V. S. l. la sobrada razón que tiene y tendrá para que semejante escrito se desatienda enteramente, menos en cuanto sea preciso para tratar de castigar a sus reverencias por las tergiversaciones de hechos y de doctrinas con que proceden desde el principio hasta el fin. En estas expresiones podemos y debemos enten– der, pues, sobre ser falsas e infundadas, son también muy injuriosas. Es falso, infundado e injurioso que los calificadores han procedido con tergiversaciones de hechos y doctrinas desde el principio hasta el fin. Es falso, infundado e injurioso que los calificadores se han manifestado enemigos de la verdad. Así lo entendemos y lo habemos acreditado en varias partes de nuestro escrito. Por lo que también nos aseguramos en el dictamen que habemos formado de su adhesión pertinaz a su modo de pensar, pues en estas mismas expresiones se manifiesta tan empeñado en sostener su doctrina y proposiciones que ni aun recela que puedan tener razón los calificadores, antes bien propone y siente que se han manifestado enemigos de la verdad. Parece que el profesor más trata de ofender a los calificadores con su escrito que de defenderse dando a sus proposiciones un sentido genuino y ortodoxo. Eso es pertinacia propia– mente, pues sostiene su modo de pensar con tal empeño y adhesión que no sólo prefiere su dictamen al dictamen fundado de los calificadores, lo cual no deja de ser soberbia de entendimiento y . elación del propio juicio particular, sino que se manifiesta tan firmemente adherido que ni aun sospecha que puedan tener razón los calificadores ni que haga opinión su dictamén. Se han manifestado, dice, enemigos de la verdad. Y no debiera decir semejante expresión; sino todo lo contrario; debiera decir que han manifestado un celo ·propio dé su carácter por las leyes de la Iglesia; un respeto digno de su ministerio a los decretos de los Concilios generales, especialmente a los del santo Concilio de Tren• to; debiera decir que han acreditado el celo propio de su profesión por las máximas del santo Evangelio y de sus consejos evangélicos, y una observancia que corresponde a su estado, de la doctrina de los santos Apóstoles y disciplina de la Iglesia. Esto entendemos que debiera decir, y no una expresión tan falsa, tan infundada y tan injuriosa como es el decir que se han manifestado enemigos de la verdad. Se conoce muy poco que el Dr. Normante haya leído los libros de los Macabeos; y, si los ha leído, no se conoce que tenga presentes los casos tan particulares que en dichos libros nos propone la Sagrada Escritura, ya del celo de las leyes y religión sagrada de nuestros mayores, ya de disciplina, ya de obediencia y de subordinación y otros que no nos detenemos a referir, porque se pueden leer en dichos libros y porque, para que nosotros sostengamos justísimamente a los nueve calificadores, no se necesita más que el que nosotros mismos los hayamos leído y los tengamos presentes, como de hecho los tenemos».

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