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DELACIÓN AL SANTO OFICIO POR EL B. DIEGO J. DE CÁDIZ 85 quien los ha desacreditado; y cómo es que, estando desacreditados, sean hechos legítimamente ». Comienza explicando de dónde nacen el crédito y buen concepto y el descrédito de cosas y personas, a una con los juicios acertados o los fallos, originados del entendimiento y la voluntad, de las pasiones. « El descrédito de que hablo en mi cuaderno es el descrédito que a los tales préstamos ha inducido malamente la opinión de las gentes que no saben o no quieren distinguir» (f. 1524). Y alega en el folio siguiente: « Seme– jante este descrédito, si no es algo más que semejante, al que parece que tan injustamente padecía el empleo del dinero a interés en los Cinco Gremios, especialmente desde que (sin duda por buen celo) predioó en Madrid contra dicho empleo el M. R. P. Maestro Garcés, hasta que se quejaron y se justificaron los Cinco Gremios contra lo que predicó y quería después sostener el expresado venerable religioso... ». Según Nor– mante, lo refiere Uría Nafarrondo en su Aumento del comercio con se– guridad de la conciencia, en el prólogo y en el número 276. Intervino en el asunto Carlos III con una carta orden dada en el Buen Retiro a 10 de julio de 1764. « Precedió a su decisión la consulta que contra el escrito del P. Maestro dieron fundada los PP. Fr. Fabián de la Vega, Fr. Josef de Toledo, Fr. Joaquín Navarro, Fr. Antonio Díaz Huerta y Fr. Agustín Palacio, provinciales, maestros, ductores, etc., de su religión y de las primeras Universidades» (f. 1525). No es la primera vez que topamos con ese famoso dominico aragonés, de Alagón, Antonio Garcés (1701-1773). En uno de los artículos arriba citados 14 nos decía Faustino Casamayor al describir el primer sermón del P. Cádiz: « Y a las tres dadas empezó la misión de este varón apostólico, no pudiéndose declarar de ningún modo su mérito, santidad y celo santo, haciendo a la memoria en aquel instante a los Padres Garceses, Arbioles y otros insignes varones apostólicos ». Al franciscano aragonés Antonio Arbiol (1651-1726) lo ha citado Normante varias veces, por ejemplo, folio 545, en apoyo de sus proposiciones. Ahora nos remite al P. Garcés, suscitador de un conflicto paralelo del promovido por el P. Cádiz. A la pregunta de quién los ha desacreditado, se resiste al principio a contestar por considerar la respuesta demasiado obvia (f. 1526). Y luego dice « que este descrédito es hijo en parte de algunos teólogos y cano– nistas demasiado austeros, en parte de algunos de los abogados y demás curialistas y en parte de los usureros, con el concurso y malicia de la multitud» (f. 1527). Para descubrir la existencia de semejantes teólogos y canonistas basta leer el número 19 de la citada encíclica de Benedicto XIV (f. 1528). Por otra parte, a nadie se le oculta que hay abogados codi– ciosamente empeñados en excusar al mutuatario de pagar al prestamista ciertos intereses pactados (f. 1530). Para ilustrar el procedimiento de los usureros se vale del cuentecillo de aquel que convidó con su casa al misionista y le persuadió que predicase contra los usureros prestamistas 14 El Beato Diego José de Cádiz en Zaragoza según el manuscrito de F. Casamayor, en CF 47 (1977) 65-95.

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