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82 ANSELi\'10 DE LEGARDA y que no quiere que se le exponga solamente lo que hay o parezca que haya contrario al crédito de los autores y de las obras, sino también lo favorable. Lo uno, y principalmente, porque V. S. l. arna la justicia, conforme a la cual corresponde atender no menos al pro que al contra. Lo otro, porque este Santo Tribunal, reinando en él especialísimarnente la compasión en todo cuanto permita la más piadosa justicia, más propenso está a absolver que a condenar; y, por lo tanto, no ha querido ni quiere que se le disimule cosa alguna capaz de contribuir al buen concepto de las mismas doctrinas que se denuncian. Y lo otro, porque cualquiera que haya leído mi capítulo o lo vea, habrá encontrado y encontrará desde luego la expresada declaración de que estoy hablando... » (f. 1315). La existencia del ambiente hostil, que nos consta por otros testimo- nios, se confirma por el del propio Normante: « Sé que muchísimas personas, aun de las que por sugestiones permitidas por Dios para sus altos fines no eran afectas a mis cuadernos ni a las demás producciones de la Sociedad Aragonesa, al ver las referidas expre– siones en que abiertamente [aparecen] mi veneración y mis deseos hacia los objetos y esfuerzos de los predicadores de la palabra de Dios, han exclamado una y muchas veces contra mis opugnadores, han celebrado la piedad y respeto cristiano con que me produzco y que respiro, y no pocos han prorrumpido en la expresión de que (debo repetirla como me consta y podía manifestar que la han proferido sujetos de elevado carácter) lejos de ser acatólica ni mal sonante la doctrina del cuaderno del doctor Nonnante sobre el lujo, está respirando ánimo tan devoto como de juiciosa política» (f. 1316). El acusado, por su parte, dedica páginas y pagmas a explicar el sen– ticlo auténtico de las expresiones delatadas en sus cuadernos y censuradas por los calificadores, el valor de las pasiones, los tipos de lujo. De nuevo recurre a las autoridades aducidas antes. Hay reparos de los calificadores que no brillan por su agudeza, oportunidad y hondura, lo que provoca respuestas bastante desabridas del acusado. Afanado en repeler estos ataques, Normante se olvida por el momento del delator causante de su infortunio. En el folio 1416 enumera a los monarcas de la augustísima casa de Borbón y al llegar a Carlos IV exclama, entre paréntesis: « A quien y a su augustísima esposa nos los conserve Dios para vengadores de la causa de Dios contra los regicidas irreligiosos franceses, para aumento, en suma, de nuestra santa fe católica, para bien perpetuo de los mismos soberanos y de la Real familia, para conservar contra los libertinos e impíos los derechos de este Santo Tribunal en el mayor vigor y para bien del Estado ». Ha perorado Normante, no el P. Cádiz. Ahí Normante nos vuelve a dar un dato cronológico para la lenta marcha de su respuesta, pues el baldón de regicidas cayó sobre los revolucionarios franceses tras de guillotinar a Luis XVI el 21 de enero de 1793. En su día veremos que el P. Cádiz, igual que otros muchos españoles en aquel momento, coincidía con Normante en mirar a los reyes de España como « vengadores de la causa de Dios ».

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