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80 ANSELMO DE LEGARDA Nos encontramos de nuevo con Santo Tomás y San Agustín (f. 1164) y las manifestaciones de la vanidad en vestidos costosos y en andrajos. Los censores parece que aspiran a la igualdad absoluta (f. 1167); sus doctrinas y máximas convienen con las condenadas por el Santo Tribunal « tan justamente en Rousseau, en Boulangiere [sic] y en otros semejantes malvados predicadores de la Igualdad y de la Irreligión ». Explica el propósito de Rousseau en su discurso Sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, y el del impío Boulanger « en su execrable obra Le christianisme dévoilé » « Dicen aquellos impíos que la religión cristiana es buena solamente para gentualla, para la hez del pueblo, para lisonjear a los pobretones y abatidos... » (f. 1171, pliego 394). Lean los censores a Santo Tomás donde habla del uso de los bienes. Creen los censores que son muchos los que pecan por envidiar a los vestidos con lujo, y Normante replica (f. 1178) que « son muchos más los que pecan por extrañarse y reírse de las gentes que llaman gentes de peluca ». Afirman los censores que « se declaran contra el lujo la ley natural y la verdadera filosofía». Y el autor de los cuadernos recuerda que « el estado de la naturaleza han ponderado tanto y querido restituir Rousseau con sus prosélitos, para ver si llegaban a poder estar sin Rey que los mandase ni Papa que los excomulgase» (f. 1179). Y trascribe un párrafo del P. Fr. Juan Riquelme, sobre si el adorno precioso es indife– rente moral y teológicamente, para replicar a lo del derecho natural. Se confirma lo dicho con párrafos de Santo Tomás sobre la ley (f. 1187) y de sus seguidores, como el Tostado o el obispo Simancas o Sancho Mon– eada. Más adelante (f. 1191) nos sorprende con otra autoridad, la del Quijote (I, 22): en su conversación con el alcahuete « manifiesta a todos la doctrina de que en política corresponde dejar pasar ciertos males y aun cuidar de que en ellos haya la correspondiente policía, etc. ». Y torna a Santo Tomás (f. 1193). Se dispone (f. 1199) a presentar un catálogo de aquellos autores que han defendido el lujo: Argumosa, Martínez de Mata, Campomanes, Romá y Rosell, Hume... En larga serie de folios explica las repercusiones del lujo en la so– ciedad, a quiénes beneficia y cómo, mientras los censores (f. 1214) piensan en los ciudadanos empobrecidos por el lujo de los otros, aserto que rebate el delatado escudándose en una larga cita de Genovesi y en otra más larga de Melon. En el folio 1228, pliego 423, tiene que contestar « a la especie que sueltan los censores en estos términos: Son muchos los matrimonios que por la pasión del lujo pierden su paz y tranquilidad». Lo que agravan los censores en el folio siguiente añadiendo « que el lujo pone en la alternativa a los casados o de empeñarse para condescender a la pasión del lujo, o de vivir en inminente riesgo de ser deshonrados por la infide– lidad». La refutación se toma del « señor fiscal don Juan Sempere y Guarinos en su citada Historia del lujo, parte segunda, capítulo X, desde la página 183 ». Como los censores (f. 1232) con cierta ironía hablan de la « población útil, de que se demuestra tan defensor el doctor Normante », se entretiene varios folios manifestando por qué lo es por oficio y otras razones, confirmadas con la autoridad del regente Romá y Rosell.

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