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CENTENAR10 DE LAS TERCIARIAS CAPUCHINAS 321 probablemente por indicación del confesor, y los firmó con su rúbrica habitual de « Fr. Luis, Obispo», en Segorbe, el 17 de octubre de 1929, su 75 cumpleaños. Vale la pena reproducir el primer párrafo, porque revela su propósito y alcance al escribir, el origen de la iniciativa y algunos puntos de referencia constantes de su espiritualidad: « Apuntes sobre mi vida. En el nombre del ,Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en el de mi Madre Santísima la Virgen de los Dolores y el de mis Padres y Patriarcas son José y san Francisco, paso a reseñar algunos datos de mi vida para obedecer la indicación de un dignísimo sacerdote - la que yo consideré como voluntad del Señor - y para que mis hijos los Religiosos y Religiosas Terciarios Capuchinos, con mayor motivo, se acuerden en la presencia de Dios de este su pobre Padre y Fundador, que tanto les ha amado» (o.e., p. 4). El certero y humilde título de Apuntes anticipa que no debe esperarse un relato exhaustivo. Tampoco es uniforme la extensión y atención dedi– cada a los períodos y ministerios de aquella vida, sino más bien propor– cional al punto de mira elegido, sus destinatarios: así se entiende que su largo episcopado (1907-34) desfile mucho más taquigráficamente que la misión de fundador, que recibe la parte del león 3• Estos Apuntes que, pese al nombre, poseen la configuración interna, la fluidez y el interés de un buen libro, son el texto imprescindible para conocer y seguir el cañamazo de aquella existencia tan humana como sencilla y polifacética a un tiempo, cuya tónica invariable se traducía en un equilibrio profundo, apenas turbado alguna vez por la súbita intrusión en su humildad de lo enorme e imprevisto, como la :noticia de su elevación al episcopado (o.e., pp. 78s). Muy bien captaba la calidad de aquel hombre el prelado amigo que lo asistió en los últimos momentos, Francisco Javier Lauzurica Torralba, expresándola con palabras que son el mejor trasunto de este escrito y del alma de su autor: « Así fue el autor de esta autobiografía. Era, como aparece en ésta, su verdadero retrato. El fondo de su ser, la paz; su vestidura, la humildad. Fue su vida correr manso de un río, sin declives pronunciados, ni desborda– mientos que rebasan el cauce. A su paso florecieron las flores de toda virtud: la caridad, la pobreza, la humildad, la obediencia, la austeridad, el sacrificio... La bondad de su hermosa alma se le irradiaba en la sonrisa, que iluminaba su rostro; sonrisa que ni la muerte pudo borrar4. Poseyó, como pocos, el raro don de una vida inalterablemente serena, sin relieves, sin deslumbramientos, callada en la superficie pura de profundo cauce espiritual» (o.e., p. 3). 3 Al fundador se dedican 39 capítulos, al obispo 25, al religioso capuchino 17, y al período que antecede, 11. 4 La Autobiografía se completa con la amplia noticia necrológica, que publicó el P. Juan Bautista de Ardales en El Adalid Seráfico 34 (1934) 316-323, 322s, con el título El Santo Obispo de Segorbe ha muerto, artículo reeditado en Madrid, 1952, bajo nuevo título (El Siervo de Dios, Padre Luis Amigó). 21
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