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332 GERMÁN ZAMORA l. La historia vivida El nacimiento canónico del instituto femenino concebido por Luis Amigó tuvo lugar el 11 de mayo de 1885. En su prehistoria inmediata aparecen el santuario mariano de Montiel, en Benaguacil (Valencia), el capuchino exclaustrado Ambrosio de Benaguacil (1812-80) y una comunidad germinal, reunida en el lugar por este misionero infatigable que, refirién– dose a ella, había pronosticado, en Bayona, al joven formando Luis Amigó: « Chiquet, tú te encarregarás de les meues monchetes » ( « Muchacho, tú te encargarás de mis monjitas», o.e., § 34). Ese oscuro vaticinio comenzó a clarificársele en el apostolado con los terciarios seculares, al hallar personas ávidas de consagrarse a Dios más perfectamente. Sin disponer aún de destinatarias precisas, comenzó a redactar unas constituciones, y un buen <lía se encont:ro, en la iglesia capuchina de La Magdalena, de Masamagrell, con dos huérfanas espirituales del P. Ambrosio, que vivían, según propias palabras, sin « vida legal, ni Regla ni Constituciones ». Era en la primavera de 1885. De aquel encuentro surgía el primer instituto amigoniano. El nombre del mismo, quintaesencia muy repensada de su ser, sería el de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, y es el que ha prevalecido, tras alguna pugna con el más canónico y menos franciscano de «Religiosas». La idea de la Sagrada Familia aparece unida al instituto ante litteram, es decir, desde que el neosacerdote Luis Amigó y Ferrer bautizara, el 16 de mayo de 1881, a un niño, expósito a la puerta del convento de Montehano (Santander), con los nombres de « Jesús María José» por indicación de una voluntad anónima (ibid, § 51). El fin peculiar de la congregación era el anteriormente citado (supra, I, 6), y esa misión se ha mantenido a lo largo de un siglo, con ligeras pre– cisaciones, como ésta de las constituciones de 1982: « Imitando la actitud del Buen Pastor, realizamos nuestra misión con la niñez y juventud en el campo de la educación, protección y reeducación; en la asistencia a los enfermos, en la acción pastoral de la Iglesia y en los ambientes y lugares de evangelización inicial o 'misiones'». A los pocos meses de nacido el instituto, cuatro de sus iniciadoras ya sellaban con su vida la profesada dedicación a los enfermos en la epidemia de cólera de 1885. Cinco años después se celebraba el primer capítulo general. La casa de Masamagrell, sede del gobierno de la con– gregación, fue considerada « casa-madre», continuando la de Montiel con la dignidad de « cuna» de la misma. En 1902 se obtuvo la aprobación papal, y el título de instituto de « derecho pontificio», con el que fueron también agraciados los terciarios capuchinos. Un trienio después se veían ambos agregados a la Orden capuchina por patente de su General P. Bernardo de Andermatt. Desde entonces su obra podía considerarse, en expresiva frase posterior del fundador, auténtica « vara del tronco fran– ciscano y, por añadidura, capuchino» (o.e., § 1920). En plena juventud, la congregación, apenas difundida en España por la región levantina, y pujante de vida, se sintió llamada hacia ultramar

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