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330 GERI\LÜii ZAMORA 2. La espiritualidad de los terciarios capuchinos De la transmisión de ese carisma tridimensional (erístico, mariano, franciscano), del sedimento y aumento del mismo a través del tiempo, y de su proyección hacia el futuro se ocupa la segunda parte del estudio. En realidad, era ésta la meta última de todo él: su « objetivo último - se nos dice al concluirlo - era el de profundizar y sistematizar la espiri– tualidad terciario-capuchina, a partir de una paralela profundización en aquellas dimensiones de la espiritualidad de su iniciador que se transvasan a ella» (p. 403). El plan se realiza en perfecta correspondencia formal con los presupuestos antevistos, de modo que, aquí como allí, el capítulo I habla del carisma, el II de « Cristo-Buen Pastor», el III de « La Virgen de los Dolores », y el IV de « Francisco de Asís ». El amor es el eje común en estos tres casos y sus matices forman el elemento diferencial: « Un espíritu de amor hasta el sacrificio» en el de Cristo, desde el sa– crificio en el de la Virgen, y como servicio en el de Francisco. El deseo de conferir a sus hijos el propio carisma corredentor aparece sin ambages en el vocablo « zagales » del rebaño del Buen Pastor con que los designa en su testamento espiritual y en la misión que les lega para con la oveja extraviada: no su pura rehabilitación antropológica, sino también su restauración teológica, o su reforma « en lo humano y en lo divino », en lo natural y en lo sobrenatural, según escribía a san Pío X en 1910 (o.e., § 1780). El terciario capuchino debe imitar a Cristo Pastor en su opción por los descarriados, en la manifestación de la misericordia del Padre hacia ellos y en su disponibilidad oblativa hasta el extremo. Entre el Pastor joánico y el de los sinópticos - el del rebaño pacato y el de la grey rebelde - Amigó se siente inclinado hacia el segundo y de ello testimonia el rico lenguaje pastoril con que lo describe y hasta visualiza: « ir en pos de la oveja » errante, sin miedo a los « despeñaderos y precipicios », a los « zarzales y emboscadas ». hasta restituir « al aprisco» a « la per– dida ». El zagal amigoniano debe amar a sus ovejas a la medida de su Amo divino, o sea, hasta la muerte. En la tradición del instituto ha sido una constante la conciencia de ese tipo de pastoreo, tanto en su dedicación primera a los encarcelados como en la posterior a la juventud desman– dada 15 • Pero Luis Amigó propone a sus seguidores no sólo la figura incitante del Buen Pastor, sino la de « quien, de manera especial al pie de la cruz, ofreció voluntariamente, aunque con sacrificio, a su Hijo en rescate de los hombres» (p. 335), es decir, a María, como madre dolorosa y compasiva. De hecho, esa figura va unida a la existencia de la con– gregación desde su «bautismo», como nombre de pila. Más aún, en su 15 Y que se refleja, incluso, en los títulos de sus publicaciones periódicas: Surgam, Pastot Bonus. La <{ mística » de la devoci6n a la « Divina Pastora >) pervivió con fuerza en rnuchos centros de forn1ación capuchina, máxime en Espaüa, hasta bien 111ediado el s. XX, siendo finalmente recogida en las constituciones de 1982 (n. 179,2).

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