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CENTENARIO DE LAS TERCIARIAS CAPUCHINAS 329 índices y, sobre todo, como hará ver el cotejo de su contenido. En ambas hay también un momento retrospectivo y otro prospectivo; miran a un pasado para proyectar el futuro. En la primera integran aquel pasado las intuiciones, vivencias y experiencias espirituales del fundador. La pro– yección de futuro, desde ese pretérito, es su continuidad evolutiva en la espiritualidad de su fundación masculina. En la secunda parte, el momento retrospectivo estriba en la consideración de lo que ha sido y es esa espiritualidad terciaria, y el prospectivo en la prognosis de lo que debe seguir siendo, por fidelidad a su carisma, para responder a los nuevos retos, eclesiales o humanos, del presente y del porvenir. Ambas partes, en fin, están dominadas por una tríade de personas: Cristo, María, Francisco de Asís, y otra de virtudes: caridad, obediencia, humildad. l. La espiritualidad de Luis Amigó La primera tarea que acomete el autor es la de identificar el carisma peculiar de Amigó con relación a Cristo, localizándolo en su vivencia del misterio redentor come liberación del pecado por el Amor misericordioso hasta la inmolación en la cruz. El símil evangélico, catequético y peda– gógico más expresivo de ese Amor es el del Buen Pastor, que corre en pos de la oveja extraviada y siente, en su reducción al redil, mayor alegría que en la quietud de las 99 mansuetas. Su espiritualidad es, por consiguiente, cristocéntrica y soteriológica. De esa visión de Cristo, redimiendo al hombre por el amor hasta la cruz, no hay sino un paso a la asociación, en la empresa corredentora, de la Virgen María, « obediente a Dios, sufriente con su Hijo, madre de misericordia de los hombres ». Amigó lo percibió, lo dio y lo vivió bajo la imagen popular, a la vez que hondamente mariológica, de Nuestra Señora de los Dolores. María al pie de la cruz, figura evangélica de carne y hueso antes que transposición mística, fue para él su segundo grande afecto y basa de la espiritualidad. Esa representación de la Dolorosa éralo, también y más aún, de la Cooperadora compasiva con su Hijo, con lo que Amigó se insertaba en una larga y bibliográficamente rica tra– dición capuchina, que se remonta a la mariología de san Buenaventura, maestro preferido de la Orden. Por lo demás, en las provincias hispanas de ésta, se venía viviendo desde antiguo la devoción a la « Divina Pastora», inseparable de su misionerismo popular. « Dimensión franciscana de la espiritualidad amigoniana » es el título de la tercera faceta de esta última. Al llenarlo de contenido, encuentra el autor que, en la perspectiva de un franciscano a carta cabal, enamorado del Cristo redentor, crucificado y misericordioso y de su Madre dolorida y compasiva, se instala como en casa propia la mística de la minoridad, con su constelación de virtudes primarias, la humildad, la pobreza, la obediencia y el espíritu de servicio. Hermano menor en su teología, en su vida interior y en su acción, Luis Amigó plasmó esa minoridad perfecta– mente en sus dos fundaciones.

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