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ANGELA MARGARITA SERAFINA 83 en su manera de conducirse con sus hermanas de profesión. Y no es que fuese suave y apacible por temperamento . Isabel Astorch dejó escrito: «Aborrecía naturalmente a los flemáticos de condi– ción, aunque con su prudencia sabía acomodarse al natural de todos, no obstante que era de su condición muy colérica y ardiente y en todas sus cosas muy solícita y eficaz. Daba de ello muy buena razón: como son flemáticos con los hombres -decía-, así lo son con Dios» . Su método de formación era el ejemplo personal. •<De ordina– rio no decía: Ven, hija, a rezar, sino recemos; haz oración, sino hagamos; trabaja, sino trabajemos... En su hablar era muy concisa, ahorrando palabras, rogando más que mandando. Era ejemplo de todas ... ». Es que -como explica la misma sor Isabel- había toma– do como modelo y espejo a santa Clara. En más de una ocasión experimentó la asistencia visible de la seráfica Madre en la guía de la comunidad. «Todas hallaban en ella entrañas de madre; ninguna se iba de su presencia desabrida: Cada una se tenía por la más válida y singu– larmente amada». Corregía con celo y rigor las faltas que repercu– tían en la regularidad de los actos comunes o en la convivencia fraterna, tanto que, a veces, irrumpía su «condición ardiente»; al caer en la cuenta, castigaba en sí misma duramente el mal ejemplo dado . A una monjita escrupulosa, que no osaba ir a comulgar si no molestaba antes al confesor, le dijo un día: -¿Imagináis vos que Dios es muchacho? Mayor anchura tiene de la que pensáis. ¡Andad, comulgad! He aquí una de las características de su pedagogía espiritual: anchura de espíritu. Era el amor lo que contaba; pero no los afecti– llos interesados . Para corregir la tendencia de las jovencitas a culti– varlos egoistamente entre sí, solía decirles: -Si amores queréis, amad a Cristo Jesús nuestro bien, a él aficionaros, y no perderéis el amor. Otras veces, cuando el Santísimo estaba patente, andaba repi– tiendo como fuera de sí: -¡Ay hermanas mías, ay hermanas mías! y ¿cómo no se abra– san de amor de este Señor? Por ello, su empeño fundamental era encaminarlas a la intimi-

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