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ANGELA MARGARITA SERAFINA 73 En Barcelona a la espera de la hora de Dios Informado el padre José Serrano, prior del Carmen de Barce– lona, por sus hermanos de hábito de Manresa, de las gracias ex– traordinarias que adornaban a Angela Serafina, quiso tenerla cerca, ofreciéndose a mirar por el sustento de ella y de su hija Bárbara. Angela vio en el inesperado ofrecimiento un signo providencial de los caminos de Dios en orden a la fundación a que se sentía llamada. Dejando de momento a su hija en Manresa, partió para la ca– pital el 16 de julio de 1586 luego de la media noche, acompañada de Mauricio Bohigas, pariente suyo, y del mencionado estudiante, invitado por ella. Lucían las estrellas, y Angela quedó arrobada en Dios, montada como iba en la cabalgadura, continuando así hasta que despuntó el alba. Lo refiere el mismo testigo en su declaración. En Barcelona fue a hospedarse en casa de la viuda Catalina Planes, madre de tres religiosas carmelitas. Algo después las dos viudas, muy unidas espiritualmente, fueron a ocupar otra casa más próxima al convento del Carmen. Bernardo Alboy las asistía como fámulo, llevándoles cada día del convento la sopa, el pan y el vino. En el verano de 1587 el muchacho se volvió a Manresa a continuar los estudios, y el padre Serrano hizo disponer para las dos una casi– ta adosada al convento, con el que comunicaba por un torno. Así ya no hubo necesidad de fámulo. En un ambiente tan favorable no le fue difícil a Serafina -nombre con que será conocida en Barcelona- reanudar su es– tilo de vida mortificada y contemplativa; y volvieron a reaparecer los éxtasis continuados y las visiones. No pudo pasar desapercibida por mucho tiempo. Informado el obispo de Barcelona, Juan Dimas Loris (t 1598), quiso visitarla y examinar su espíritu, quedando muy aficionado espiritualmente a ella. El padre Serrano asumió la dirección espiritual de Serafina y lo primero que le impuso fue el cambio de hábito, obligándola a vestir el del Carmen. Fue una prueba dura. Pasado algún tiempo en vista de lo que ello le costaba, se avino a que volviese a usar el hábito llevado en Manresa, pero con el escapulario carmelita. A últimos de junio de 1588 hizo su aparición en Barcelona la

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