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70 «...el Señor me dio hermanos» esperanza y su consuelo en sólo Dios y habían producido en su espíritu el efecto de una honda purificación; se sentía crecida en la fe y en su personalidad de cristiana. No tardó en verse penetrada de los dones de la contemplación infusa. Distribuía la jornada entre la oración, las visitas a los enfer– mos del hospital y el trabajo con que procuraba el sustento para sí y para su hijita. Como es corriente en los caminos de Dios, a los primeros consuelos sucedieron dos años .de desolación interior que acabaron de templar su espíritu. Era el preludio de una etapa nueva. Su destreza en labores femeninas le hizo idear una obra de edu– cación y de apostolado con un grupo de jovencitas. Tuvo como guía espiritual al sacerdote Cristóbal Dalmau, bene– ficiado de la Seo. Fue el primero en quedar desconcertado ante cier– tas manifestaciones extraordinarias que acompañaban la experiencia contemplativa de su penitente, especialmente luego de recibir la sa– grada comunión. Los hechos adquirieron notoriedad, siendo diver– samente interpretados. Hubo de intervenir la inquisición. Angela tu– vo que comparecer ante el comisario del santo tribunal y de una consulta solemne de seis religiosos; por espacio de siete horas fue respondiendo al enjambre de preguntas que se le fueron haciendo sobre las causas de sus éxtasis. La prueba fehaciente la tuvieron cuando, dejándola hablar a impulsos del espíritu, quedó arrobada delante de ellos. El fallo fue absolutamente positivo, con lo que creció la fama de santidad de la caritativa viuda. Pasado algún tiempo fue acogida, junto con sus niñas apren– dices, en la espaciosa casa de los señores de Paguera, próxima a la iglesia del Carmen, que fue en adelante el lugar ordinario de sus horas de contemplación. Visitaba también otras iglesias; pero ninguna le atría como la capilla de san Bartolomé, aneja al con– vento de los capuchinos, en las afueras de la ciudad. Habían llega– do a Manresa estos religiosos en 1582. Con su austeridad de vida, su pobreza absoluta, su espíritu de oración y su predicación fervo– rosa se habían granjeado inmediatamente la devoción de los man– resanos. Angela Serafina entró en el radio de acción espiritual de los frailes de san Bartolomé. Y se sintió íntimamente llamada a abrazar

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