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IV preciosa a los ojos de Dios (Sal 115, 15), porque supieron v1v1r día a día la fidelidad a la vida capuchina, orando y amando, gas– tándose silenciosamente en la regularidad del propio deber y en el servicio a los hermanos. No es la primera vez que se publica una obra destinada a hacer conocer, en breves biografías, los modelos de santidad de nuestra Orden: Las grandes figuras capuchinas, debido a la pluma ágil y amena del padre Prudencia de Salvatierra, que alcanzó dos ediciones, y el del padre Gonzalo de Córdoba, narrador asimismo de buen esti– lo, titulado Del solar franciscano, común a toda la familia minorítica. El santoral que ahora sale a la luz, por obra de la Conferencia Ibérica de Capuchinos, es la versión, en parte adaptada, de los tres volúmenes publicados en Italia bajo el título de Santi e santita nell'Or– dine Cappuccino (Roma 1980-1982), por iniciativa de la Postulación general y bajo la dirección del padre Mariano de Alatri, con la co– laboración de numerosos escritores. En esta edición se han incluido, ante todo, las biografías de todos los santos y beatos, y además las de algunos siervos de Dios, con preferencia ibéricos, cuya causa de beatificación ha sido introducida al menos en fase inicial -en total 30 capuchinos y 7 capuchinas-, a los que se añade una reseña general de los mártires de la guerra civil española, incluida ya en la edición italiana. El criterio redaccional que se ha seguido en las biografías es de presentar los rasgos peculiares de cada uno de los modelos de vida evangélica con objetividad histórica y forma atrayente, tenien– do en cuenta la finalidad de la obra. Una nota bibliográfica, al final de cada semblanza, ofrece el instrumento científico a quien desea un conocimiento más completo del biografiado. La aventura del seguimiento de Cristo se nos presenta en toda la variedad carismática de actitudes ascéticas, de experiencias infu– sas, de virtudes activas y de opciones apostólicas, todas impulsadas por el mismo reclamo de la caridad seráfica. Encontramos mártires que dieron la máxima prueba del amor, como Fidel de Sigmaringen, Agatángel de Vendóme, Casiano de Nantes, Apolinar de Posat y las víctimas de la persecución religiosa en España; prelados de la Iglesia, como Francisco de Orihuela y Luis Amigó; grandes misione– ros, como José de Leonessa, José de Carabantes y Esteban de Adoáin;
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