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SERAFIN DE MONTEGRANARO 61 a la túnica acostumbrada, de paño molesto. Si alguien intenta ofre– cerle tela para una camisa nueva, la rechazará con gentileza, justifi– cándose con que «no podría sobrellevar tanto peso» y que a él «le basta con lo que les sobra a los otros». La cosa en que menos pensará es en el comer: una menestra envejecida o una ensalada será el alimento de 40 años continuos. Pero no es preciso imaginar que hiciera exageraciones desconsi– deradas. «Era austerísirno, pero razonable y discreto, tanto en el comer corno en el vestir» testifica el padre Bonifacio de Ascoli. Su pasión querida será servir las misas, hasta el punto de repe– tir muchas veces que con gusto habría ido a Roma o a Loreto para ayudar el mayor número posible. Lo hacía con tanta devoción que una testigo afirmará: «Muchas veces dejaba de atender la misa y le miraba a él, atraída por aquella su gran devoción, que parecía corno si estuviera fuera de sí». No es nada extraño que una vida tan santa hiciera... desesperar al infierno, que hizo todo lo posible, primero por descorazonarla, y después por «extinguirla» si hubiera sido posible. «Ten paciencia -dijo un día a una señora que se lamentaba de una cuñada charlatana e insoportable-, es tu fortuna. ¿Y a mí, entonces, que esta noche el diablo me ha cogido entre sus brazos y me «estrellaba» contra el suelo y lo veía corno te veo a tí?». «¿Pero, cómo, el diablo te hace esto?», preguntó la mujer ate– rrorizada. «Esto y peor que esto», contestó lacónicamente el frailecillo. No faltará a tal cortejo de virtudes, el entorno de un seráfico buen humor. Una señora quiere saber si en casa nacerá un niñito o una niñita. Fray Serafín se esquiva; pero la otra recurre a la astu– cia preguntando qué nombre le tendrá que imponer. «Oh sobre eso, sí: Orsola y compañeras» contesta él sonriendo y queriendo decir que en casa nacerían siempre mujeres. «Hipócrita, embrollón y cuello torcido», le dice un día su pa– dre guardián; y él con presteza responde: «Si soy hipócrita, no soy, sin embargo, vago porque voy em– brollando ahora esto, ahora aquello». Curado de una grave enferrnedad, al obispo que se alegraba, le dice:
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