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SERAFIN DE MONTEGRANARO 53 Loro Piceno, a la que había manifestado su deseo-, yo te quiero mostrar una religión santa en la que podrás hacerte santo». Y le habló de los capuchinos, cuya virtud conocía por hospe– darlos muchas veces en su casa. Félix había encontrado, de improviso, lo que ni siquiera preten– día buscar: fue inmediatamente a Tolentino y se presentó a los ca– puchinos, esperando ser recibido aquel mismo día. No era posible. Entretanto pudo comprobar la verdad de cuanto le había contado la joven Luisa: los capuchinos eran verdaderamente santos y con ellos habría encontrado el paraíso. Más adelante, ya religioso, sentirá el deber de agradecer a su bienhechora e irá ex profeso a Loro Piceno para asegurarle que su padre y su madre estaban en el cielo. Fue, en verdad, extraña su presentación en el convento de Jesi para el comienzo del noviciado. «No poseo nada: sólo tengo un crucifijo y un rosario; pero con éstos espero ayudar a los frailes y hacerme santo». El nombre. que le impusieron pareció una confirmación antici– pada: Serafín. Externamente continuará igual, inseguro, poco mañoso, inhábil para todo trabajo; pero en el alma cultivará virtudes estupendas que se esforzará en esconder, y que Dios revelará con la gracia de los milagros. Sorprendidos por su número y grandeza, los mismos superiores le obligarán un día por obediencia a revelar el secreto, y él confesará cándidamente: Cuando vine al convento era un pobre peón sin capacidad y sin habilidades. He permanecido como entonces. Y esto fue motivo de tantas humillaciones y reprensiones sobre las que actuó el demo– nio, introduciendo en mi corazón la tentación de abandonar el con– vento y retirarme a un desierto. Me encomendé al Señor, y una noche oí una voz desde el tabernáculo: «Para servir a Dios es nece– sario morir a sí mismo y aceptar las adversidades, sean del género que sean». Yo las acepté y prometí rezar un rosario por el que las hubiese procurado. La misma voz del mismo tabernáculo me aseguró: «Tus oraciones por quienes te mortifican me son agradabi– lísimas. Yo, como contrapartida, estoy presto a concederte todas las gracias».

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