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48 «...el Señor me dio hermanos» y exponer en la iglesia el cuerpo de fray Félix, desde el martes hasta el jueves. El concurso fue indescriptible. La multitud de visitadores llegaba hasta la lejana plaza de los Santos Apóstoles. Los frailes, para entrar en el convento, debían escalar los muros del huerto. Varias veces se tuvo que revestir los despojos. Hubo quien, no que– dando ya ni cabellos ni barba, llegó a cortarle los dedos, con tal de tener alguna reliquia. Curaciones prodigiosas y milagros ocurrie– ron cada día. Junto con el pueblo acudió la nobleza romana: los Colonna, los Caetanos, los Mattei, los cardenales Santori, Cornaro, Rusticucci, la embajadora de España y Camila Peretti, hermana de Sixto V. Y los frailes, ¿qué pensaban? Estaban literalmente atónitos. Só– lo ahora se daban cuenta de haber tenido a un santo. Su estado de ánimo queda descrito en las palabras del viejísimo fray Bonifacio: - ¡Quién lo habría creído, si parecía un hombre salvaje! Mas no opinaba lo mismo el gran Sixto V. Al día siguiente de la muerte de fray Félix, ordenó al guardián de Roma recoger declaraciones sobre su vida. Y el padre Santos, que por algún tiem– po había sido su confesor, después de haber trabajado día y noche escuchando a testigos, en la mañana del 25 de mayo hizo llegar un elenco a las manos del papa. Sixto V lo devoró y, al atardecer, ordenó al vicegerente Julio Ricci abrir el proceso canónico. Durante algunos días, no obstante, no se hizo nada. El papa se impacientó. Quería proceder a la canonización del hermanito. Deseaba se celebrase un proceso romanamente «caliente, caliente». No existía práctica en contra que obligase. El animoso pontífice había declarado a sus familiares tener conocimiento de 18 milagros realizados por fray Félix, y que estaba dispuesto a presen– tarse él mismo en calidad de testigo. De esta manera, entre el 10 de junio y el 10 de noviembre de 1587, se llevó a cabo el proceso canónico sixtino, en Roma y en Cantalice. Pero después de la muerte de Sixto V (1590), no se habló más de canonizar a fray Félix. Un nuevo proceso canónico fue celebrado en los años 1614-1616. El 1 de octubre de 1625, Urbano VIII le otorgaba el título de beato; y, el 22 de mayo de 1712, Clemen– te XI lo declaraba santo. Pero hacía mucho tiempo que fray Félix era venerado como
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