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FELIX DE CANTALICE 37 persona que no mirase con simpatía mezclada con reverencia los dichos y los hechos de fray Félix. Durante su última enfermedad, al que le preguntaba cómo esta– ba, le contestaba, no sin una pizca de velada compasión hacia el hermano cuerpo: - El asnillo está hecho cisco, y no se levanta más. Este cándido hermano del Señor parece ignorar la tristeza y el dolor, como si para él no existiera en la tierra dificultad alguna. Este alegre y valeroso portador de la cruz es el que luce la corona de espinas como brillante diadema de rey. Las piezas que componían su burdo sayo de paño (estaba fo– rrado por dentro y por fuera), él las tenía en cosido zurcido. Algu– nos devotos, conociendo la estima de Sixto V por él, le dijeron bromeando: - El papa te quiere hacer cardenal. - ¡Sí, cardenal con la cabeza tronchada! A quien preguntaba cómo estaba, respondía: - Estoy bien, mejor que el papa. ¿Quién eluda de esto? El papa tiene sus contratiempos y trabajos, mientras que yo disfruto de este mundo, y no cambiaría esta alforja por el papado y el rey Felipe juntos. Otras veces, su rudo y comunicativo buen humor le procuraba la habilidad de socorrer de manera humanamente inexplicable, dis– trayendo al mismo tiempo al socorrido de su hacer prodigioso. Tal fue, entre otros, el caso de un enfermo deshauciado por los médi– cos, a quien fray Félix apostrofó así: - ¡Arriba, perezoso, levántate! Lo que tú necesitas es movi– miento y aire puro. Deja cantar a los médicos. Y el enfermo dejó el lecho y vivió. Muchos, compadecidos de sus pies ensangrentados y llenos de grietas, le decían por qué andaba descalzo del todo hasta en invierno. - Oh, lo hago por comodidad y placer. Cuando estoy descal– zo, me parece volar. Un día, a lo largo del camino recorrido por fray Félix, se ban– queteaba con la ostentación y la suntuosidad usuales entre las fami– lias poderosas del siglo XVI. El fraile que le acompañaba dice a fray Félix:
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