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422 «...el Señor me dio hermanos» papa Clemente XIII, y las tropas lograron poner orden. Fueron pro– cesados los numerosos responsables de la sublevación. El obispo, monseñor Lattanzi, apoyado por el clero secular y regular, asumió el difícil cometido de lograr la amnistía; para ello se sirvió de un expediente que consideró eficaz: invitó al comisario pontificio a ha– cer una visita al monasterio de las capuchinas; en un momento, como estaba planeado, sor Florida, que era vicaria, se arrodilló a los pies del comisario y, con gran vehemencia, pidió misericordia para los imputados y compasión para sus familias. El comisario pro– metió referir al papa la petición de la religiosa. Siguieron días de incertidumbre. Sor Florida escribió personalmente al secretario de Estado, cardenal Torregiani, que la veneraba desde que fue gober– nador de Citta di Castello. Por fin llegó el decreto de amnistía to– tal, que fue recibido con general algazara por toda la ciudadanía. Una espiritualidad centrada en el amor Sor Florida, al dar comienzo a su noviciado bajo la guía de sor Verónica, poseía ya una no exigua experiencia interior de rasgos bien definidos. Verdadera discípula de la Santa, no anuló su perso– nalidad humana ni espiritual ante la exuberancia mística de su maestra. Los datos biográficos que conocemos permiten trazar, en parte, los rasgos del sujeto humano, sobre el cual obró la gracia. Como hemos visto, ya desde niña tendía a la obesidad .. Las enfermedades que la aquejaron fueron doblegando progresivamente sus miembros, pero sin hacerle perder aquel su innato continente que infundía res– peto. Estaba dotada de gran habilidad para l~s labores, escribía con soltura y buen ingenio sus cartas, con una bella caligrafía cuyos trazos revelan claridad de. objetivos y firmeza de carácter. Se movía holgadamente en los varios asuntos, aun económicos, demostrando notable sentido práctico. No faltaban, con todo, las limitaciones, por ejemplo su inhabilidad para el canto, que constituía una seme– janza más con santa Verónica, la cual dejó escrito: «No sé cantar». De sor Florida afirma una de las hermanas en el proceso: «No po– seía buena voz para el canto, y ni siquiera oído». De sus cualidades literarias, especialmente poéticas, tenemos ejemplos en algunas com-

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