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FLORIDA CEVOLI 419 éstas depositaban en ella al reelegirla. Con los años, como sucede de ordinario, fue suavizando aquel. rigor y s,e mostró más compren– siva y condescendiente, convencida tal vez de que la tensión perma– nente en pretender lo perfecto puede degenerar en un formalismo sin vigor evangélico. Las hermanas que testificaron en orden al proceso recuer– dan con admiración la eficacia de su ejemplo personal, sus exhor– taciones llenas de sabiduría superior y de celo por el bien de todas. Solía repetir: «Jesús quiere ser servido por nosotras y por todos a modo suyo, no a modo nuestro». Y también: «Por nues– tro buen Dios todo es poco, lo que se hace y lo que se pa– dece». Insistía sobre la caridad fraterna, que se debía manifestar en la solicitud de las unas por las otras, en la colaboración y hasta en las maneras .delicadas y corteses del trato. Todo en un clima de alegre sencillez franciscana y de igualdad, sin diferencia entre hermanas de coro y conversas o «de obediencia», sin títulos ni tra– tamientos rebuscados. Ella se hacía llamar sencillamente «sor Flori- . da». Y quería le fuera dado el tratamiento italiano del voi, común entre iguales, y no el de lei (usted), que era la fórmula de respeto, uso al que les costaba habituarse a las jóvenes recién llegadas. No contenta con la igualdad interna, sin discriminación alguna, hubiera querido volver también a la Regla de santa Clara en lo tocante a las hermanas externas, que no profesaban clausura. Por propia cuenta pidió y obtuvo de Roma hacerlas vivir con las demás dentro del convento, a fin de que pudieran compartir la vida comunitaria con las demás. Pero halló fuerte oposición entre las claustrales y, proba– blemente, también entre las interesadas; y tuvo que renunciar a su intento. Desde novicia sor Florida se distinguió por una extrema pobre– za personal. En la renovación de la comunidad, llevada a cabo por santa Verónica durante su gobierno, la pobreza ocupaba el centro del programa, y se pensaba que no se podía ir más lejos en la «ex– propiación» de las hermanas. Pero sor Florida desplegó un celo to– davía más avanzado, imponiendo un desprendimiento radical y una línea de austeridad y de sencillez así personal como comunitaria. No toleró ninguna curiosidad en las celdas. Én 1732 el capítulo
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